En honor a la verdad
Como antiguo trabajador del Principado de Asturias, leí ayer con mucho gusto el primer episodio de las memorias de Manuel Fernández Fernández (cariñoso “Manolón” para muchos de los que trabajamos con él) y disfruté con su trayectoria personal, preñada de esfuerzos y sacrificios, tanto en materia de estudios como, posteriormente, en su vida laboral.
Leo el lunes, con el mismo interés, la segunda parte, y me sorprende –y es lo que justifica este escrito– una breve cita al sector pesquero en la que afirma que, en su breve paso por la política asturiana como consejero de Agricultura, sucediendo a Luis Peláez […] también salió la renovación de la flota pesquera en toda Asturias y se hicieron todas las fábricas de hielo de los puertos […].
Dios me libre de polemizar a estas alturas con Manuel Fernández, pero, tras haber visto las consecuencias de las “fake news”, puestas tan de moda por Donald Trump en cuestiones más relevantes, y sin quitarle mérito alguno a don Manuel, me gustaría recordar un par de cosas para que no quede sin comentario esa afirmación en prensa.
La primera es que, para muchos funcionarios jóvenes, aquella época fue absolutamente vergonzante, viendo cómo se desmoronaba el Gobierno del Principado de Asturias por una cuestión –nunca bien explicada– de una supuesta mala relación entre las parejas del presidente del Principado de Asturias, Sergio Marqués, y Álvarez-Cascos, cuestión que hoy sería carne de cañón en algún programa de la prensa rosa.
Tan es así que, cuando don Manuel vino a conocer a sus funcionarios de Pesca, a Gijón, en su despedida nos pidió que siguiéramos trabajando, aún sin saber quién iba a ser el último en “apagar la luz antes de irse”. Con un par. Eso sí, los funcionarios seguimos trabajando.
La segunda es que los programas de trabajo e investigación de la Dirección General de Pesca –como en otras muchas dependencias de la Administración– siguieron en marcha, sin controles y sin directrices, sabiendo que no había nadie a quien dar cuenta de nuestras labores.
Termino. Nadie que haya trabajado en la Administración pública puede creerse que un consejero que ejerce desde el 16 de junio de 1998 al 20 de julio de1999 (13 meses) se atribuya […] la renovación de la flota pesquera y la construcción de todas las fábricas de hielo.
Ese mérito, mi querido don Manuel, tiene otros nombres y apellidos, y yo quiero recordarlos aquí: son los de las consejeras que lo llevaron a cabo, Servanda García y María Jesús Álvarez, y un partido, el PSOE.
Y, a riesgo de ser cansino, finalizo con un breve repaso desde el Occidente al Oriente, de inversiones que, en su día, superaron los 100 millones de euros: los almacenes de pertrechos de Figueras y su fábrica hielo, los almacenes de Tapia de Casariego, Viavélez y Ortiguera, el rescate de la lonja de Puerto de Vega, las fábricas de hielo de Luarca (dos), la lonja de Oviñana y sus apartamentos de turismo rural, la fábrica de hielo de Cudillero, la rula y el carro de varada de San Juan de la Arena, la nueva rula de Avilés (la más moderna de Europa en su día), la nueva rula y almacenes de pertrechos de Luanco, la rula, almacenes y paseo del muelle de Candás, los viveros de marisco de Gijón, la rula y la depuradora de moluscos de Tazones, el almacén de las rederas de Lastres, el vivero de Ribadesella, la lonja de Llanes o la reforma de la de Bustio y la enfilación del puerto. Paso por encima de viveros, carros de varada, grúas, surtidores de gasoil, desguaces de barcos o subvenciones para nuevas construcciones. O la lucha denodada por las cuotas de pesca de la flota asturiana.
Por no hablar de las inversiones que, en materia de pesca, se hicieron desde la Dirección General de Puertos: muelles, rampas, dragados, iluminación o recarga de bloques de escollera.
Finalizo, sin ningún ánimo de polemizar, agradeciendo al exconsejero Manuel Fernández y a LA NUEVA ESPAÑA esta oportunidad de dejar constancia del sello que tienen, prescindiendo, o no, de matices ideológicos, las inversiones de las últimas décadas en el sector pesquero del Principado de Asturias.
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