Una cosa que no me gusta
Incluso en un mundo estúpido de coeficiente intelectual decreciente, todas las personas tenemos derecho a la libertad de expresión, y eso incluye, debe incluir, el derecho a simplemente estar equivocado, y el derecho, si fuera el caso, a mentir, pero creo que la verdadera libertad de expresión más globalmente aceptada es la libertad de que otras personas te digan cosas que no te gustan, sin que los bloquees o ignores.
En esta línea, he de reconocer que la capacidad finita de mi cerebro, que, por cierto, guardé cuidadosamente para mi jubilación, solo me permite retener algunas noticias que mayoritariamente no me gustan, como por ejemplo:
Una cosa que no me gusta es que mi teléfono inteligente sea más inteligente que su dueño y me envíe propaganda covid como si este virus al que muchos dábamos por finiquitado, estuviera resurgiendo, cual ave Fénix vírica y febril de sus cenizas, lo que me hace entender que se aproxima una nueva y temible carga otoñal del primero de caballería covidiana.
Otra cosa que no me gusta es que el cajero jefe del Banco de Finlandia, Päivi Heikkinen, diga: "Es posible que alguien quiera perturbar intencionadamente la sociedad finlandesa y sus infraestructuras críticas", por eso aconsejo a los finlandeses que mantengan parte de sus recursos financieros en efectivo. Y para guardarlos ¡en casa!
Una tercera cosa que tampoco me gusta es que los médicos de Alberta (Canadá) afirmen que cada vez ven más pacientes o familiares de pacientes no quieren aceptar una donación de sangre de una persona vacunada, debido a la preocupación por las vacunas covid-19, en particular las de ARN mensajero.
La cuarta es que el famoso Dr. Vernon Coleman, médico y novelista, haya dicho y escrito que "los médicos y enfermeras son, junto con el cáncer y las enfermedades circulatorias, uno de nuestros tres principales asesinos"; "matan a mucha más gente (errores iatrogénicos) que las infecciones, los accidentes de tráfico, los terroristas y los delincuentes juntos".
Finalmente, no me gusta que ni siquiera el coro angelical que va desde Elon Musk hasta el Papa Francisco, pasando por la paciencia taoísta (cada vez menos) de Putin para evitar soluciones militares, hayan conseguido el mínimo éxito de unas imprescindibles y todavía inexistentes conversaciones de paz.
Como todos los "teóricos de la coincidencia" y además como un excéntrico inofensivo, pienso, mientras micciono sobre un seto al borde de la carretera, en una profética frase de Shakespeare, que hubiera definido con total acierto estos días de supresión de la verdad, propaganda y belicismo: "El infierno está vacío y todos los demonios están aquí".
Saludos cordiales.
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