El silencio
Coincidiendo con la entrega del premio "Princesa de Asturias" de las Letras de este año al dramaturgo Juan Mayorga, se ha estrenado en Gijón la obra "Silencio" del galardonado. Es un monólogo que reproduce el discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua del autor, con la peculiaridad de que, en su día, el propio académico fantaseó con la posibilidad de que no fuera él mismo el que lo pronunciara sino un actor.
Tal "ensoñación", a su vez, solo podía tener un (una) intérprete, la actriz Blanca Portillo (en mi modesta opinión la actriz más versátil del panorama interpretativo español), que le venía como anillo al dedo. Actriz capaz de interpretar a un ratón y a un monstruo de siete cabezas a la vez, amén de transmitir, como nadie, veracidad, credibilidad, emoción y una capacidad de transitar del drama a la comedia con un solo gesto. No hay otra como ella. Es Blanca Portillo.
El texto es un homenaje con mayúscula al valor del silencio a lo largo de la literatura y del teatro en particular. El silencio a la misma altura que la palabra en unos casos o como protagonista en otros, pero siempre indispensable, sin el cual los discursos no cobran sentido. El silencio o silencios determinando el devenir de los protagonistas y hasta sus desenlaces finales, como en Antígona frente a Creonte, de Sófocles, o los silencios estremecedores en "La Casa de Bernarda Alba", de Lorca.
El texto de Juan Mayorga se sumerge entre las páginas y los personajes de Kafka ("Carta al padre"), de Calderón de la Barca ("La vida es sueño"), de los frágiles personajes de Chéjov, de las extrañas criaturas de Beckett ("Esperando a Godot"), de los personajes atormentados de Shakeaspeare...y hasta consigue poner en valor los silencios de Sancho Panza.
Mientras disfrutaba de la obra (me ocurre muchas veces) mi mente también se trasladaba a otros silencios. Primero recordé a mi buen amigo y compañero de la Universidad (1973, Salamanca) Miguel Prieto. Gran actor que, tras interpretar a Creonte en la obra "Antígona", se suicidó en su casa de Zamora.
Recordé también, al hilo de unas palabras de Juan Mayorga: "Y quizás lo más valioso sea finalmente, por encima y por debajo de las palabras, poder escuchar juntos el silencio"; recordé un episodio de lo más incómodo vivido también en el teatro Jovellanos de Gijón, hace unos años. Se representaba la obra de Edward Albee "La cabra", con el gran Josep María Pou como actor principal. Unos minutos antes de finalizar la obra, el silencio se impone como un protagonista más, que marcará el desenlace final de la obra (así lo había concebido su autor). En ese mismo instante suena un teléfono móvil en el patio de butacas de manera reiterada sin que su dueña pudiera apagarlo. Pou suspendió la representación final de la obra y, dirigiéndose a la persona responsable de aquel estropicio, le soltó: "Señora, acaba usted de jodernos la representación".
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