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A donde nos llevan las ideologías

7 de Noviembre del 2022 - Juan Goti Ordeñana

Ahora que vemos un posible cambio de partido en el Gobierno, debemos pensar que, aunque hay muchas leyes que corregir, hay una ideología de fondo sobre la cual hay que poner especial interés en sustituirla. Cosa que los anteriores partidos conservadores han dejado pasar, por lo que hemos llegado al momento actual, en el que es tan disparatada la política que llevamos por razón de algunas ideologías, que es necesario, como algo básico, borrarlas de la política futura, por lo que un periodista decía: «Los votantes esperan que el PP haya aprendido la lección, y que Feijóo actúe nada más llegar al poder».

Los gobiernos de Aznar y Rajoy se preocuparon de resolver, sobre todo, los temas económicos, pero mostraron el tradicional complejo de la derecha de no tocar el problema de fondo, que es la ideología que están introduciendo los partidos de izquierdas. Aznar en su segunda etapa tuvo la intención de aprobar algunas normas en una buena dirección, que Zapatero derogó inmediatamente, sin ninguna consideración, desde el momento de su llegada al poder. Rajoy no se atrevió a mirar de frente al problema, considerando que la crisis económica, que le había dejado su antecesor, era lo prioritario, como consecuencia de su concepción tecnocrática del ejercicio de gobierno. Por lo que dejó vigente la ley de memoria histórica, aunque la privó de dotación, pero esto ha sido motivo para que la izquierda rencorosa volviese a rehabilitarla con mayores exageraciones, y pretendiendo reavivarla con mayor ideología y falseamiento de la historia.

Las próximas elecciones que se esperan auguran tomar en serio el esperado cambio, si se cumple lo expresado por Díaz Ayudo en una entrevista: «Cuando lleguemos a la Moncloa tenemos que derogar todas las leyes ideológicas del PSOE». Pero no nos podemos contentar con expresiones como esta, pues siempre que hemos esperado algo de los partidos de derechas hemos quedado defraudados, porque o carecen de ideología que responda al carácter del pueblo español, o, si la tienen, ignoran cómo poner en práctica los valores que representan al pueblo.

Que el gobernante sea solo un perfecto tecnócrata en la política actual no es suficiente, pues los regímenes de los Estados, en estos tiempos, se vienen reduciendo a la lucha por una ideología. Por tanto, para una real democracia habría que conformar el quehacer social a la tradición que tenemos de una política acomodada a la necesidad de cultivar los valores que ha creado la historia del pueblo a través de los siglos, y que con mayor o menor acierto ha pretendido en todos los tiempos adaptarse al desarrollo de la naturaleza humana. Hoy se ve necesario desplegar los valores tradicionales del pueblo, frente a la ideología de izquierdas, que, dejando su objetivo original de luchar por los trabajadores, se ha desviado a legitimar el cambio social elaborado en laboratorios de lobbies, es decir, colectivos de intereses que realizan acciones dirigidas a influir en las administraciones públicas para promover decisiones favorables a sus intereses.

SUMARIO: Ante el cambio que aurguran las próximas elecciones

DESTACADO: La izquierda se ha puesto en manos del gran capital elaborando ideologías, tan lejos de la lucha por los trabajadores, mediante la idea de progresía que ha conseguido imponer y el dominio de la enseñanza y de los intelectuales, pues si quieren progresar han de ser de izquierdas

La izquierda que se ha puesto en manos del gran capital elaborando ideologías, tan lejos de la lucha por los trabajadores, se sirve de dos elementos como armas de desarrollo: el primero es la idea de progresía que ha conseguido imponer, y el segundo el dominio de la enseñanza y de los intelectuales, pues, si quieren progresar, han de ser de izquierdas.

Se inventaron el eslogan de que «la izquierda es igual a progreso» y ya pueden perpetrar cualquier abuso, destrozo o represión impunemente. Toda su ideología, por muy abstrusa y esotérica que sea, es progreso de la sociedad, solo porque lo dice la izquierda. Por el contrario, todo pensamiento que responda a las necesidades de la sociedad, si lo propone la derecha, es de extrema derecha o fascismo, sin evaluar su valor. De modo que si defiendes valores del pueblo vas contra el progreso, eres un reaccionario y pretendes volver al Medievo.

El otro elemento, muy preocupante, es la actitud de los intelectuales. Han acaparado la enseñanza en todos los niveles: la Universidad y la enseñanza en general, y han metido la idea de que solo la izquierda es progresista, y que no eres nada si no te montas en su carro del progreso. Igualmente, los periodistas saben, por experiencia, que tienen que someterse a esa esclavitud. Aunque se afirmen independientes, de hecho, están condicionados. Si quieren trabajar, tienen que seguir la línea que les viene marcada, esto es, caminar por la senda del progresismo y confesar ser de izquierda.

Frente a esto hay unos valores del pueblo que han sido elaborados por la tradición y que están en el fondo del alma de la sociedad sencilla. Valores que se conservan y que la derecha, cuando llegue al poder, debe poner en práctica si quiere resolver la problemática de la sociedad y triunfar. Para ello, además de unas ideas claras, es necesario tener una resolución decidida, pues las fuerzas de izquierdas, aunque sean artificiales, van a llegar a mover tantos medios que difícilmente se pueden superar. Han de estar dispuestos a soportar toda clase de disturbios y ser calificados de ultraderecha y fascistas, aunque promuevan una política real que responda a los valores que el pueblo español ha forjado a través de la historia.

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