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El chicle de aceras nos pega a la crisis

1 de Noviembre del 2010 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

El altruismo (las leonas son capaces de amamantar a un cachorro de hiena) está presente en muchos animales y también en la Humanidad, de igual forma, el interesado egoísmo (el león es capaz de devorar a la descendencia de otro león) también está presente: es la naturaleza innovadora y evolutiva de los genes que está buscando su triunfo. Lo que ocurre es que la Humanidad, con su plus de consciencia y conciencia, ha conseguido que el sexo (que marca genéticamente) no sea relevante en estos casos de compromiso moral y ético. Sin embargo hay condicionantes que estadísticamente establecerán que unos decidan tirarse al agua para salvar a un perrito y otros no. [Así podemos ver a la propietaria de un perrito que se debate en el agua luchando por su vida como se desespera histérica al borde del muelle del puerto paralizada, y es un joven que pasaba por allí el que se quita la ropa, se tira al agua, y salva al perrito]. Lo que no me atrevo a aventurar es si esos condicionantes son educativos o genéticos, pero como ya he dicho, en caso de moral y ética me inclino por lo educativo. ¿Por qué? Porque la Humanidad se diferencia del resto de los animales en que transmite (o debe transmitir) sus logros y conocimientos a las generaciones venideras. Y en el mundo tan cambiante de esta «modernidad líquida» deberá hacerlo constantemente intercambiando información, formación y puntos de vista en un aprendizaje permanente, para lo que sirve perfectamente internet y las redes sociales en dinámica de grupos formativa. Para algunos, lo que bulle sólo son opiniones sin contrastar, y así es y deben considerarse, pero la reflexión que provocan moverá a informarse mejor y establecerá la dinámica necesaria para la libertad individual en lo global como si de una bandada de estorninos se tratase.

Carlo M. Cipolla ha desarrollado una teoría (fácilmente contrastable si se quiere) en la cual se establece (entre otras interesantes leyes) que la estupidez existe en un porcentaje importante y es constante en cualquier ámbito o estamento de la Humanidad o de una sociedad. Es decir: la estupidez es inherente a la propia Humanidad y el porcentaje dentro de una sociedad tiende a ser una constante para cualquier estamento de la misma. Obviamente el propio Carlo establece la definición de estúpido: «aquel que con sus actos perjudica a todos los demás y también a si mismo». Por tanto el incauto héroe es aquel que beneficia a los demás aunque se perjudiqué a sí mismo, es decir, el que corre el riesgo de realizar una estupidez si fracasa en su sacrificio. Claro que esto último lo sería según los hechos y no según las intenciones, por tanto, analizar las intenciones de detrás de los hechos es primordial por mucho que los hechos muestren un aparente fracaso [Gilbert K. Chesterton: «Cuatro granujas sin tacha»]. Porque lo cierto es que el héroe altruista espera salir triunfante e indemne de su empresa, es decir: pretende ser inteligente. Por eso la autentica realidad no está en los hechos, sino en intuir las intenciones de esos hechos y en eso, desgraciadamente, la Humanidad tiene un porcentaje alto de estúpidos que en ocasiones acallan o dominan a los inteligentes [¡Oh democracia! ¿En qué te conviertes si en vez de ciudadanos preparados para intuir las intenciones engendras plebe capaz de aceptar los hechos del prestidigitador?] Esto lo describe de forma magistral Elías Canetti en «Masa y Poder».

Bueno, para terminar, un último comentario: no es cierto que en la sociedad española tenemos expresiones tales como: «¡Pero mira que listo es!», o bien: «¡Si será inteligente!»; ambas para referirnos a un malvado y corrupto personaje que se beneficia a si mismo perjudicando a la colectividad. Una última pregunta: ¿Tenemos nuestro entorno comunitario respetado y más limpio que nuestras casas? ¿Está el suelo de nuestras casas tan lleno de chicles desechados, como las pegajosas aceras en que nos movemos?

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