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Naguib Mahfuz, escritor, nobel, egipcio y cairota universal

6 de Febrero del 2023 - Ángel García Prieto

Naguib Mahfuz nació el 11 de diciembre de 1911 en El Cairo, en el popular barrio de Al-Gamaliyya, lugar donde se concentran la mayor parte de los monumentos islámicos de la capital egipcia, como la mezquita y la Universidad de Al-Azahar y la de Husayn, o el famosísimo mercado popular de Jan Al-Jalili, con todas las pintorescas calles de comerciantes y artesanos populares de la sociedad cairota. Pasó toda su vida en esa ciudad, donde también murió, el 30 de agosto de 2006.

Era el séptimo y último de los hermanos, y su infancia transcurrió de un modo feliz en el barrio de Abbasiyya, donde su familia se trasladó cuando él era aún un niño. Aficionado al cine y las novelas policíacas, era amante de la tertulia en los clásicos cafés, donde tomaba té negro y fumaba el narguilé. Se casó en 1954 con Atiyya Ibrahim, con la que tuvo dos hijas y estuvo unido hasta su muerte. En 1930 ingresó en la Universidad para estudiar Filosofía, ejerció como funcionario en la propia institución académica, a la vez que realizaba sus trabajos de doctorado sobre estética islámica. Posteriormente compaginó el trabajo de funcionario ministerial con la literatura, publicando su primera novela en 1935, aunque no alcanza el éxito como escritor hasta 1957, al editarse “La Trilogía”. A partir de 1971, después de unos años como asesor literario y cinematográfico en el Ministerio de las Artes, puede dedicarse ya de lleno a escribir. En 1972 recibe el Premio Nacional de las Letras Egipcias y el Collar de la República, máximo galardón egipcio. En 1988 obtiene el Nobel de Literatura y su obra se traduce a muchos idiomas occidentales, siendo España el país que más traducciones editadas ha hecho de su obra. En 1994 sufrió un grave atentado al ser herido en el cuello con arma blanca por fundamentalistas islámicos, hecho que junto a su ya avanzada edad limitó de modo notable su actividad hasta su muerte.

Sus novelas

La narrativa del que iba a ser Nobel en 1988 se inauguraba con una serie de novelas históricas. La primera de ellas se tituló “Juegos del destino” y le siguió “La maldición de Ra”, una ficción basada en la vida del faraón Keops, sobre el que se cierne la amenaza de una adivinación según la cual su sucesor no iba a pertenecer a su familia. La novela tiene un aire de tragedia griega, es muy lineal, con personajes poco definidos, ambientada en el exotismo del antiguo Egipto. También es de este estilo “Rhadopis” y “Akhenatón”.

Luego, se distinguen en la obra de Mahfuz otro tipo de novelas que podrían calificarse como realistas. En ellas hay muchos elementos de crítica social y también ambientación costumbrista, casi siempre centrada en el viejo Cairo, con su fascinante vivacidad de mezquitas, cafés y mercados, con calles abarrotadas, exponentes de la auténtica sociedad que caracteriza a ese país árabe que tiene cierta dinámica de occidentalización y un sistema político que arrastra rémoras y no acaba de conseguir su despegue económico y democrático.

En “Miramar” sus protagonistas se van a la brillante y cosmopolita Alejandría de los años cincuenta del siglo pasado, donde son huéspedes en la pensión Miramar y narran la historia que les acontece durante un invierno posterior a la Revolución de los Oficiales Libres, de 1952. Se trata, pues, de una novela importante en el panorama narrativo de Mahfuz, que quizá puede verse superada por otras parecidas, también de carácter realista y social, como “El café de Qúshtumar”, una narración sobre la amistad en la que cuatro vecinos del barrio Alabasía y compañeros de colegio comparten a lo largo de toda su vida una tertulia en dicho café. En esa misma línea está la crítica a la corrupción de una clase media nueva y privilegiada, en las “Veladas del Nilo”, “Festejos de boda” y “El día que asesinaron al líder”.

“El viaje del hijo de Fatuma” es una novela basada en el género tradicional de los rihla, o relatos de viajes, surgidos en el siglo XII, en los que se describen diarios de peregrinaciones a las grandes ciudades de oriente -Bagdad, Damasco, El Cairo- de viajeros movidos por afanes culturales, religiosos o de aventura. Se trata de una alegoría, con la que critica las deficiencias de los países musulmanes y añora una sociedad más perfecta y justa.

Por último, se podría citar “Espejos” (Ed. Cátedra, Madrid, 1999), novela que parece un experimento narrativo de la literatura árabe contemporánea y es más difícil y menos atractiva que las otras. Pero se destaca el valor de documento sociológico de primera mano, hecho con agilidad, efectividad y primor literario.

Una aproximación a su retrato interior

Aunque en el conjunto de su obra Naguib Mahfuz deja más o menos claro su ideal de sociedad y los rasgos definitorios de la existencia personal, es en la novela “Café Karnak” donde esta se hace más explícita. La narración desarrolla una historia en torno a un pequeño grupo de asiduos clientes de un café cairota, conmovidos por el crítico momento histórico que marca la derrota bélica egipcia frente a Israel. Es una obra cargada de ideología, en la que su narrador testigo -que podría ser el propio Mahfuz- manifiesta a través de un diálogo con uno de los protagonistas lo que quizás podría definirle:

“-¿Cómo se te puede clasificar políticamente?

-¡Malditas sean las clasificaciones! –exclamó con fastidio.

-Por tu discurso deduzco que respetas la religión.

-Es cierto.

-Y que respetas a la izquierda.

-También es cierto.

-Entonces ¿qué eres?

-Quiero ser yo, ni más ni menos.

-¿Es nostalgia por las raíces? -le pregunté, tras un momento de reflexión.

-Tal vez.

-¿Eso significa volver a la tradición?

-No.

-¿Significa volver la vista hacia la civilización occidental?

-No.

-Entonces, ¿dónde están las raíces?

Señaló hacia su pecho y dijo:

-Aquí.”

Naguib Mahfuz fue el escritor consagrado, el padre de la literatura árabe moderna, el Nobel de Literatura. Y era, sobre, todo un cairota enamorado de su ciudad, un marido y padre que gusta de la vida familiar y un contertulio castizo que conoce los cafés de los barrios tradicionales y los de algún cosmopolita hotel de la isla del Nilo, a los que a diario asistió a lo largo de su dilatada y rica vida.

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