La inmediatez como arma de doble filo
Dicen que el tiempo es el tesoro más valioso que tenemos las personas. Y es cierto, pues se puede producir más dinero, pero no más tiempo, siendo este un bien limitado y sobre todo anhelado. Por ello es entendible que seamos precavidos y cautelosos en cómo lo gastamos, o, mejor dicho, lo utilizamos. Queremos aprovechar la vida al máximo, ya que al fin y al cabo tiene una fecha de caducidad y, una vez llegue, no habrá más tiempo que valga. Y por esto es por lo que siempre estamos en búsqueda de gratificaciones inmediatas. Todo lo que requiere una inversión de tiempo elevado nos genera recelo, porque lo que hacemos es invertir, algo que no garantiza un retorno favorable. ¿Cómo nos podríamos perdonar haber malgastado tanto tiempo en algo que no nos ha hecho felices? Muchas veces nos surge esta pregunta, de ahí que la inmediatez esté tan a la orden del día, explotada por las nuevas tecnologías que ofrecen una inyección de serotonina y conocimiento instantánea, que no duradera. La inmediatez es un arma de doble filo, ya que, si bien es sinónimo de accesibilidad y rapidez, bajo su influencia cedemos ante nuestros propios deseos, guiándonos hacia objetivos más tangibles y cercanos, convirtiéndonos en esclavos de la ansiedad e intolerantes al fracaso. Cuando el objetivo se convierte en un bien más preciado que el camino a conseguirlo, la inmediatez ha podido con nosotros. Viaje antes que destino.
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