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Vacío y esperanzas

24 de Noviembre del 2022 - José Luis López Tamargo (Oviedo)

Estoy leyendo “Un tal González”, de Sergio del Molino, y me está gustando, aunque la institucional socialdemocracia hoy no sea más que la promoción de las clases trabajadoras y medias bajas en el capitalismo de selfi e Instagram, donde “la felicidad” es tener, la salud, viajar y vivir sin goteras. Priman lo instantáneo de pulsar botones, una cultura del “me gusta”, todo se ha vuelto un plató. “La calidad de vida” ofertada pasa por creernos que no podemos ser felices sin ser acaudalados. Mis lecturas, formación e influencias culturales incluyen los tomos de Castán Taheñas, “Nacha Pop”, “El guardián entre el centeno”, “Juan Salvador Gaviota”, valores familiares y sentido común. En Europa, el cristianismo sociológico no vive sus mejores momentos y ya no hay curas, existiendo templos parroquiales desacralizados y destinados a hacer “skating”, a lugares de ocio o discotecas. El buen Papa Francisco pide perdón por “los pecados de la Iglesia” y aboga por “una conversión del corazón”. Los ateos prácticos y agnósticos, producto del bienestar y el materialista desencanto, son mayoritarios. Sin embargo, late una gran espiritualidad difusa, ecléctica, de relajación, Pilates y spa, “mindfulness”, técnicas de bienestar psicofísico integral, ecosofía panteísta, incluso de sectas. Hay una ética indolora “change.org”, de fines solidarios y donativo a asociaciones humanitarias y contra el cáncer, la malaria o a favor de Unicef. Los misioneros y Cáritas realizan una gran labor. El positivismo racionalista es estupendo, pero necesitamos personas que se ocupen de los ancianos y maltratados por la vida, de modo compasivo. La sociedad necesita gente que trabaje en hospitales y no traicione al Estado del bienestar. La sociedad necesita todo tipo de habilidades, que no son solo cognitivas, son emocionales, son afectivas. No podemos deificar estructuras montadas sobre lo no presencial, sobre la codicia y el hiperindividualismo, “la libertad” de la anomia sin límites, como en las novelas de Bret Easton Ellis, con seres crueles que queman fajos de dólares y a mendigos. Éxito y hedonismo son el jardín de las delicias, pero nuestro mundo es vallado y hermético, muelle, lleno de conflictos, azotado aún por guerras crueles, el cambio climático y la falta de transparencia de los poderosos. Los moralismos desde púlpitos marmóreos no caen nada bien, pero en la historia del judeocristianismo son tan importantes o más las voces proféticas que las de los sabios conciliares. Justicia, prudencia, fortaleza y templanza. Areté y Humanitas. Feliz Navidad.

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