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Autocensura, mucho peor que la censura

27 de Noviembre del 2022 - José Viñas García (Oviedo)

Vamos directos a un Estado reprimido desde las mismas instancias ministeriales. Ya cuesta hablar libremente de según qué temas: la autocensura, mucho peor que la censura.

Ya cuesta hasta hablar con libertad; la incursión de Podemos en la política será un lastre para muchos años, costará abolir sus leyes y prejuicios, sobre todo salir de ese trauma general, miedo y victimismo esparcido y asumido por todos.

Estamos viviendo y consintiendo el triunfo de la mediocridad. Vean los políticos que tenemos, vean presidentes, ministros, secretarias de Estado, alcaldes... Están poniendo patas arriba nuestro sistema de libertades. Para defender sus ineptitudes, coartan libertades, sacan leyes como churros, ninguna soluciona el problema para lo que se interpretaba que esas mentes ocurrentes las pusieron en marcha. Se parecen todas, en nombre de derechos, protección e igualdad, todas van minando la convivencia.

En vez de diferenciar, como antes, los delitos y los delincuentes, y aplicarles la ley con contundencia, ahora se señala a colectivos (género, hombres, machistas, fascistas, violentos de la política...), se buscan víctimas propicias aprovechando tragedias. Todo desde las mismas instituciones, sin respetar la presunción de inocencia.

Por muy dramática que sea la situación, jamás las leyes deben hacerse para beneficiar o perjudicar a nadie, creer o dejar de creer por prejuicios personales e incluso colectivos como estamos viendo; debe prevalecer la imparcialidad, las pruebas y los tribunales de justicia son quienes dictan sentencia. No vale más la palabra de nadie ante la justicia por mucho que nos atormenten y conmuevan las tragedias. Un caso no tiene por qué tener relación con otros casos por mucho que se parezcan. Tampoco los juicios de la masa, los públicos, los que van detrás de pancartas dictando sentencia con lemas incandescentes, todo en caliente, deben ser aceptados por personas responsables. Así actuaban en la edad media, ojo por ojo, diente por diente.

Moldear leyes y manipular mentes es propio de sistemas autoritarios, en este caso la tiranía y la censura se visten de ministras, de colectivos manejados y bien servidos en contra (no de los violentos y delincuentes), van más allá, culparán al género (hombres) en general, al machismo imperante en casi todos ellos. Al convertirse en víctimas, ya ganaron espacio a los que señalan como verdugos, ahora solo queda afinar leyes donde, por supuesto, los verdugos jamás tendrán presunción de inocencia, su palabra será cero. Por el contrario, la de la presunta víctima, es mano de santo y verdad. Eso está bien cuando estamos entre mendrugos, pero falta a la inteligencia de todos y atenta contra la ley básica de toda justicia: sin pruebas no hay delito ni delincuente. Recuerden, a los hombres les dañan tanto como a ustedes las tragedias de la mal llamada violencia de género, no se soluciona así, hay que buscar más allá de ese simplón machismo. Existen adicciones, alcoholismo, rencores, odios, venganzas, demencias, deudas, ultimátum y amenazas con hijos, casa, bienes, pago de hipotecas..., en fin, la cruda realidad que nadie quiere encarar por más que se repita. La prueba la tenemos en países más avanzados que el nuestro, hay más casos de violencia contra la mujer que aquí. La solución jamás pasa por dividir la sociedad entre buenas y malos. Esos colectivos feministas viven muy bien a la sombra del dolor, esparcen el miedo, tensionan y, además, hacen que hacen, para no solucionar nada. Todo lo contrario.

Vemos a nuestros políticos cómo se insultan, gritan, aplauden con desprecio... En un alarde de mala educación se censuran entre ellos por todo. Unos se denominan a sí mismos los únicos demócratas, pero imponen sus ideologías, moralinas y prejuicios. A los otros solo les queda llamar la atención para hacerse oír, solo les queda caldear el ambiente. Así, un día y otro, en donde reside la soberanía popular. La política es otra cosa, es discusión con educación, es convencer, ceder, consensuar, pactar por el bien común; jamás imponer.

El ejemplo lo teníamos cuando ETA, muchos asociaban esa comunidad foral (País Vasco) con el terrorismo; eran otros tiempos, sufrimos mucho cada día con ese terror de ETA. Si cogemos el ejemplo con la violencia de género, ahora se haría una ley donde todo vasco sería terrorista en potencia. No, señor, al igual que de aquella se perseguía solo a los terroristas, no a los vascos, ahora no pueden perseguir y marcar a fuego a todos los hombres por lo hagan unos pocos, muchos, si fuera uno solo.

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