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Los mártires de Nembra

2 de Diciembre del 2022 - Alberto Torga y Llamedo

Del 25 de marzo de 1961 al 4 de septiembre de 1962 estuve encargado de la parroquia de San Juan Bautista de Boo, en el concejo de Aller, primero como vicario sustituto y más tarde como ecónomo, en tiempos bastante revueltos, pues me tocó vivir la “Huelgona” de 1962, la cual, en lo que se refiere a Aller, duró del 16 de abril al 7 de junio.

Los sacerdotes de las parroquias cercanas nos ayudábamos unos a otros, por lo que yo solía acudir a las de Caborana, Moreda, Piñeres, Nembra, Murias y Santibáñez de Murias, pero tenía una relación especial con la de Nembra, dado que su párroco, Manuel Álvarez González, era amigo mío desde el 1944, año en que le conocí en el seminario menor de Donlebún, concejo de Castropol, cuando yo iniciaba mis estudios como un pipiolo de primero y él cursaba tercer curso. Además, se encontraba como maestro en la escuela nacional de esa parroquia otro amigo y condiscípulo del seminario, Jesús Murias Fernández. Esto significaba que muchos domingos por la tarde solíamos encontrarnos en Nembra.

Cuando Manolín -así le llamábamos- fue nombrado párroco de Nembra, puso un prado de la parroquia, situado en las inmediaciones de la iglesia, al servicio de los jóvenes para hacer un campo de fútbol. Era tan estrecha la relación que yo mantenía con la parroquia de Nembra que, en cuanto el campo estuvo allanado y con porterías, nos invitaron a los de Boo a inaugurarlo jugando un partido de fútbol. Como a los 20 minutos, el árbitro pitó un penalti a favor nuestro y me dieron a mí el honor de que lo tirara, marcando el primer gol en el nuevo campo. Un año o dos después un futbolista local, Japo, fue máximo goleador de Segunda regional, torneo en el que jugaba el equipo federado que entonces se constituyó en Nembra.

Beatificación de los mártires

En esos 17 meses en los cuales fui responsable de la parroquia de Boo, me impresionó la religiosidad de los feligreses de Santiago de Nembra. Como dato significativo, pasaban de treinta los dominicos nacidos en la parroquia y eran numerosos los sacerdotes diocesanos y de otras congregaciones religiosas, así como el número de religiosas.

Sumario: Detalles del martirio que sufrieron en 1936 el párroco de Nembra y tres de sus feligreses

Destacado: El asesinato de estos cuatro cristianos por odio a la fe no fue un hecho aislado durante la Guerra Civil

Si el apologeta Tertuliano decía que la sangre de los mártires es semilla de cristianos, se confirmaba en la vida cristiana de los feligreses de Nembra. Digo esto porque entonces conocí detalles del martirio que sufrieron en 1936 el párroco de Nembra y tres de sus feligreses. Llevé una gran alegría cuando el Papa Francisco aprobó los Decretos de Martirio de estos cuatro asturianos asesinados por odio a la fe y fue un día glorioso para la Iglesia en Asturias cuando el cardenal Prefecto para las Causas de los Santos, Ángelo Amato, beatificó en la Catedral de Oviedo, el 8 de octubre de 2016, a don Jenaro Fueyo Castañón, de 72 años, natural de Congostinas del Puerto (Lena) y párroco de Nembra desde 1989; a Segundo Alonso González, de 48 años, casado, padre de doce hijos de los que sobrevivieron siete, dos de los cuales fueron sacerdotes diocesanos; su última hija falleció al nacer al igual que su madre, quedando Segundo viudo con siete hijos, el más pequeño de año y medio, por lo que se volvió a casar; fue mayordomo de la capilla de Enfistiella, presidente de la Adoración Nocturna y del Sindicato Minero, y minero de profesión; a Isidro Fernández Cordero, de 43 años, nacido en Murias y vecino de Nembra, casado y con siete hijos -de los cuales uno sería dominico y dos religiosas-, miembro de la Adoración Nocturna y minero de profesión, y a Antonio González Alonso, de 24 años, estudiante de Magisterio, después de haber querido ser dominico, empeño que tuvo que dejar al caer enfermo de tuberculosis, miembro igualmente de la Adoración Nocturna.

Asesinados por odio a la fe

Don Jenaro, Isidro y Segundo fueron asesinados en la Iglesia de Nembra en la noche de 21 de octubre de 1936, después de obligar a los dos mineros a cavar su propia fosa en el centro de la iglesia y la del párroco en el altar mayor. Primero asesinaron a los dos feligreses, a los que el párroco exhortó a morir como cristianos y por último al párroco, al cual desangraron como a un cerdo y recogieron su sangre en un cacharro, manifestando que con ella harían morcillas para los “carcas”. Después unas mujeres que participaron en el crimen bailaron sobre el cadáver antes de enterrarlo. “El único delito del que nos acusan es ser católicos y esto es un honor para nosotros”, manifestó Isidro antes de morir.

Antonio fue llevado en un coche hasta el puerto de San Emiliano, entre Mieres y Langreo. Por el camino -según manifestación del chófer- le cortaron la lengua por negarse a blasfemar y, al llegar al alto, lo sacaron del coche y se supone que fue asesinado a palos y luego despeñado, como ocurrió con otras víctimas, ya que el chofer no oyó ningún disparo. Nunca apareció su cadáver.

Pero el asesinato de estos cuatro cristianos de Nembra por odio a la fe no fue un hecho aislado. Durante la Guerra Civil fueron asesinados en Asturias 130 sacerdotes diocesanos -entre ellos, el párroco de Nava, don Andrés Fernández, y su coadjutor, don Jesús Soberón Victorero, que había sido ordenado dos meses antes de su martirio-, 50 sacerdotes religiosos y 13 seminaristas, y fueron totalmente arrasadas 354 iglesias -entre ellas, la joya románica del siglo XII de Nava-, y otras 287, parcialmente destruidas. Por lo que respecta a la totalidad de España, fueron asesinados 13 obispos, 4.184 sacerdotes diocesanos, 2.365 sacerdotes religiosos y 283 religiosas.

Me parece que estos datos también deben ser tenidos en cuenta y conocidos por la opinión pública como parte de la memoria histórica.

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