La misa de Obama
En su día, con el diccionario en la mano, califiqué de impostura la participación de Zapatero en los Desayunos de Oración de Washington (Los ricos también rezan,lne.es, 09.04.10 ). Si su religión le prohibía rezar, ¿por qué se iba tan lejos a hacer el paripé? Por el crudo oportunismo de arrimarse al sol que más calienta y hacerse perdonar, de paso, la imperdonable sentada ante la bandera americana.
Se polemiza ahora sobre la no asistencia del presidente del gobierno a la misa del Papa en Barcelona. Lo que en principio se podría valorar como una muestra de coherencia (¿qué pinta en misa el presidente no creyente del gobierno de un estado aconfesional?), se me antoja en cambio, con el precedente de Washington, una impostura redoblada: Quien tuvo el desparpajo de ir a comentar la Biblia en el Hall del Hilton ¿no se podría estar quieto una hora durante la misa del Papa en la Sagrada Familia?
Tanto en la desenvoltura de Washington como en la inhibición de Barcelona la conducta del Presidente aparece regida por el mismo principio del oportunismo, esa caricatura perversa de la oportunidad. Escribíamos entonces que Zapatero volvería a hacer la primera comunión con mucha devoción si se lo pidiera Obama.
Pues eso: si quieren que el presidente esté en la misa de Barcelona, en vez de decir la misa el Papa, que la diga Obama.
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