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El pesimismo español

11 de Diciembre del 2022 - Juan Goti Ordeñana

Al ver el lamentable estado en que nos ha metido este Gobierno, no es extraño que el pueblo español haya caído en el pesimismo y, considerando la mala política que hemos padecido desde hace más de un siglo, llegue a pensar que debe ser un remanente de la gloriosa historia de otros tiempos. A lo mejor es secuela del último ciclo de su historia, remembranza de aquellos tiempos de gloria en los que se dio un enorme desarrollo: con el descubrimiento de América, el poder espacioso abarcando todo el mundo y la altura alcanzada por la cultura española en su siglo de oro. Ahora, sin embargo, nos hallamos con un modo de gobernar tan trivial y rastrero que no sorprende encontrarnos en estado de postración. Para encubrir tanta historia, la actual política ha venido a ocultarla en la enseñanza.

Llevamos algo más de un siglo en el que la política va decayendo. Allá a finales del siglo XIX se perdieron los últimos territorios de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, actuación que se calificó como el Desastre del 98. Momento en el que se dio aire a los separatismos y se promovió un aura difusa de desilusión, pero muy perturbadora, tanto en la derecha como en la izquierda. Con lo que nació un movimiento con la pretensión de proceder a un «regeneracionismo» y volver a soñar en un nuevo resurgir de la nación, pero partiendo desde la nada, ya que se empezaba valorando la historia de España como un mal. La crítica de su ideólogo Joaquín Costa afirmaba que el pasado español había abocado a «una nación frustrada», por lo que pretendía «fundar España otra vez, como si nunca hubiera existido». Y su programa tenía como lema «Escuela y dispensa», con lo que marcaba vías muy simples de actuación.

Los que pretendían dar una solución vinieron más bien a ofuscar la mentalidad del momento con su forma de proceder. Un ideólogo como Ortega y Gasset, gran filósofo, dedicó un ensayo, «España invertebrada», a mostrar la deformación histórica de la política española, considerándola informe, sin haberse estructurado; por tanto, una anomalía en el concierto europeo. Achacándolo a la evolución que había tenido, por lo que condenaba el desarrollo desde muy antiguo del ser español. Por tanto, las enormes gestas de la edad de oro: como el descubrimiento de medio mundo, la evangelización y culturización de América con la fundación de universidades y hospitales, el establecimiento de comunicaciones con todos los pueblos y los demás hechos de la gesta hispana eran ignorados o despreciados por estos refundadores de la nación. Era claro que asumían y trabajaban bajo la impresión de la leyenda negra que se había expandido por Europa contra el imperio y la acción de los españoles. No obstante, salvaban alguna figura, ciertamente pocas, como Cervantes, a quien calificaban, a su juicio, como si fuera un precedente de la regeneración.

No fue de otro modo el pensamiento de políticos como Azaña, que asumía cómo España era un Estado enfermo, y sostenía que el último gesto digno había sido la rebelión de los comuneros que fue ahogada en Villalar, y que aquel gran Imperio español solo había creado «un imperio de mendigos, de frailes aliñados con miseria y superstición». Con este pensamiento es lógico que llevara a la España de la II República al desastre que terminó en la Guerra Civil del 36.

Sumario: Un siglo de decaimiento de la política española

Destacado: El pesimismo e hispanofobia que se manifestó en España con el Desastre del 98 ha venido a expresarse ahora con este Gobierno de ignorantes, inexpertos y gárrulos

Esta incomprensión de los ideólogos de la historia de España llevó a Menéndez y Pelayo, investigador y estudioso con reconocimiento universal, a decir: «Presenciamos el lento suicidio de un pueblo que, engañado por gárrulos sofistas, emplea en destrozarse las pocas fuerzas que le quedan, hace espantosa liquidación del pasado, escarnece cada momento las sombras de sus progenitores, huye todo contacto con su pensamiento, reniega de cuanto en la Historia hizo de grandes, arroja a los cuatro vientos su riqueza artística y contempla con ojos estúpidos la destrucción de la única España que el mundo conoce». Pensamiento para la reflexión de los políticos de hoy día, que piensan que la historia de España comienza con su programa ideológico de una progresía hacia la globalización y quieren estructurar una sociedad empezando «ab initio», desde la nada.

Como advertimos, el pesimismo e hispanofobia que se manifestó en España con el Desastre del 98 ha venido a expresarse ahora con este Gobierno de ignorantes, inexpertos y gárrulos, por lo que han regulado la destrucción de la gran historia de España de otrora. Piensan que, con el desarrollo de un feminismo para cuatro ideólogas a la violeta, que excluye al 90 por ciento de las mujeres, suscita la liquidación de nuestra cabaña de ganado porque contamina la atmósfera, promueve los derechos de las bestias y la ley del «sí es sí» van a crear una sociedad ideal.

Sin duda que el franquismo fue una época excepcional, como fueron las dictaduras desde su creación en Roma, con el añadido de que se alargó más de lo debido. Por lo que se le debe dejar como un hecho de la historia, fruto del pesimismo que sobrevivió en el pasado siglo y que los actuales dirigentes políticos no han sabido superar. La solución no está en sobrevalorar la pequeña y mezquina historia de la izquierda, llena de fango y de hechos oscuros si no criminales, sino en volver a soñar con la gloriosa historia de otros tiempos, donde marcamos las directrices filosóficas y políticas que siguió Europa y fijamos la teoría del Estado moderno, que se conserva en la conciencia del pueblo sencillo.

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