Agua tofana
Al parecer, siempre ha habido en nuestra especie, individuos aficionados a codiciar lo ajeno ya sea mueble, inmueble, rubia o morena y para hacerse con ellos, uno de los procedimientos ingeniosos usados, ha sido el de aderezar comidas y bebidas con ingredientes que causaban, por llamarlo de alguna manera, desarreglos metabólicos graves, más o menos rápidos en despachar al otro barrio a los agraciados o mejor desgraciados que probaban semejantes exquisiteces. A quién no le suena la estricnina, el acónito, el arsénico, o las pequeñas ampollas de cianuro que los agentes nazis llevaban permanentemente encima listas para su mordedura fatal ante un peligro inminente.
Los mejores venenos son los más difíciles de detectar, como el polonio 210 empleado por los rusos, reconocidos expertos en facturar al otro mundo a los enemigos del estado. Pero si hay una época donde la costumbre de envenenar al vecino era bastante habitual, fue en el Renacimiento italiano, lleno de intrigas y maquinaciones de todo tipo. Uno de los bebedizos más conocidos, de los que nos ha llegado noticia, era la llamada agua tofana o "acqua toffana" creada en Palermo: insípida, de acción lenta y difícil de rastrear, que combinaba muy bien con todo tipo de salsa o licores. Se cuenta que Mozart había sido envenenado con ella. En función de la cantidad y frecuencia de uso se podía regular, con más o menos precisión, la fecha de partida de la víctima al otro mundo. Entre sus ingredientes figuraban varias especies vegetales secretas combinadas en las proporciones adecuadas con sales de arsénico y plomo.
No creo que esta práctica individualizada haya desaparecido del todo en nuestros días, a pesar de tener muy mala consideración, y de estar legalmente penalizada. Sin embargo, me parece más preocupante el envenenamiento colectivo al que barrunto estamos siendo sometidos de manera enmascarada e insidiosa, como si de una nueva agua tofana virtual se tratase, suministrada a través de los medios de comunicación y redes sociales e incluso en los programas de partidos políticos, por reputados periodistas, "influencers" y lideres políticos, que nos llevan adormeciendo la conciencia individual y colectiva de Occidente. Sus sofisticados ingredientes nos suenan de oírlos con harta frecuencia: la ideología de género, el ecologismo fundamentalista, la agenda 2030, la eliminación de los vulnerables, la imposición de lo políticamente correcto, la cultura de la cancelación, la tergiversación del lenguaje y el lenguaje inclusivo, el derecho animal, la penalización de todo lo occidental, derivada de la revisión de lo que Occidente ha aportado al desarrollo de la humanidad. Ingredientes cuyo de nivel de toxicidad no llegamos vislumbrar su alcance del todo.
Ante este panorama, nos quedan dos opciones: la de dejar que el veneno se nos siga inoculando hasta que finalmente cobre su efecto definitivo o reaccionar como en otros momentos en la historia de la humanidad, en los que se produjo una reacción de respuesta.
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