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Emérito: un reto personal de bienestar y felicidad

9 de Diciembre del 2022 - José Antonio Flórez Lozano

“La vejez no es mala si considera uno la alternativa”. Maurice Chevalier

Sumario: Reflexiones de un hombre sabio de 89 años a propósito de una sociedad en la que las personas mayores están arrinconadas por un creciente "edadismo"

Destacado: Asegura Emérito que nada es más triste que la muerte de una ilusión. El secreto de una vida plena es un espíritu alegre e imperturbable, disfrutar de cada momento sin reparar si ayer fue mejor que hoy

En la situación cultural y socioeconómica actual, es necesario avanzar en los cuidados y protección del anciano y ello supone grandes inversiones y formación meticulosa de personal sanitario vocacional y altamente especializado. Por eso, de nada valen progresos tecnológicos, si las personas mayores con patologías graves encuentran escollos burocráticos y sanitarios en lugar de asistencia competente, amparo y consuelo. Y, por supuesto, de nada sirve el desarrollo biotecnológico si las pensiones de los abuelos se condenan a la miseria. Y ciertamente ahora con el empuje de un materialismo despiadado, la ética, moral, educación, respeto, amabilidad, empatía, el cariño y vergüenza son valores obsoletos y, en consecuencia, la atención y cuidado integral de nuestros ancianos deviene en un canto de sirenas… La American Academy of Antiaging ha desarrollado una medicina “antiedad” que persigue sentirse bien física, psíquica y sexualmente. Su lema es prevención de la enfermedad, el sufrimiento, el dolor, la discapacidad y la tristeza por el paso de los años. Sin embargo, en una sociedad ultraconectada nos sentimos más solos que nunca. ¿Qué supone tener un amigo en Facebook? ¿Existe un vínculo afectivo real? Para analizar este problema, me siento una tarde tranquilamente con mi amigo Emérito, de 89 años, y reflexionamos. Y comienza a hablar con seguridad. Afirma que no quiere “vivir de forma invisible”; dice que a veces uno se tiene que morir para que lo vean, perdonen, valoren y sepan que ha existido. La soledad hiperconectada está aquí y sus síntomas también: depresión, ansiedad, angustia, enfermedades neurodegenerativas y estrés a raudales están a la orden del día. Pero Emérito no quiere dejarse aniquilar por la indiferencia de la sociedad. Su lema es: “Vivir más y mejor; sin duda, el más antiguo de los anhelos de la humanidad y el más moderno de los derechos de hombre”. Emérito me ha dicho, con mucha convicción: “A los cien años aún queda mucho por vivir”. Su eslogan es: “Morir joven lo más tarde posible”. Inequívocamente, la vejez se ha convertido en un horizonte deseable. Y ciertamente existen centenarios muy saludables que constituyen el mejor ejemplo de envejecimiento satisfactorio. El pensamiento positivo, entusiasmo, vitalidad, pasión por la vida y sentido del humor son determinantes. Reflexiona Emérito, “la única receta de la longevidad es la familia, el cariño de todos”. Pero el envejecimiento no pasa por buenos momentos. Pero el viejismo (ageism), un término ideado en 1973 por el psiquiatra y gerontólogo norteamericano Robert Neil Butler, describe el conjunto de actitudes negativas de la sociedad hacia las personas de más edad. Significa rechazo, tendencia a la marginación, enfermedad, deterioro, temor, desagrado, negación, abandono y maltrato. Es una lacra tan poderosa como el sexismo o el racismo. Y es verdad que la sociedad ha hecho de la juventud un modelo único para toda la existencia que pone las cosas muy difíciles para los viejos. En consecuencia, la estima y consideración a esta venerable edad se ha esfumado. Este “edadismo”, discriminación social por razones de edad, fulmina la autoestima e identidad psíquica de las personas mayores generando una tristeza vital indescriptible. El viejismo, que varía según las culturas, enlaza con las ideas de declive físico, deterioro, incapacidad y de todo aquello que la sociedad venera: belleza corporal, estética, poder, éxito, ostentación de bienes, productividad...Pero como dijo José Luis Sampedro en su novela “La sonrisa etrusca” (1985), “cuantas más razones tengo para el pesimismo, más motivos tengo para la esperanza”. Un ejemplo de este viejismo que nos estremece sucedió en Japón, donde escuchamos lo siguiente: ¡Que se mueran los viejos! Taro Aso, que fue ministro japonés de Finanzas, invitó a las personas mayores a que se dieran prisa en morir. La petición tenía raíces económicas; con su desaparición, se reducirían los gastos del Estado destinados a las pensiones y a la atención médica. El propio Taro Aso, que tenía 78 años, admitió que sus palabras habían sido cualquier cosa menos apropiadas. Sin embargo, el espíritu envejece con el paso de los años y el efecto es mucho más devastador que el envejecimiento físico. Como suele ocurrir tantas veces, la mejor herramienta es la prevención, para que los efectos del paso de los años se noten lo menos posible, y así evitar o por lo menos paliar las arrugas en el alma. Pero esta prevención es muy difícil; la vida poco a poco va influyendo con sus acontecimientos y en muchísimos casos incluso se envejece prematuramente. No es raro encontrar jóvenes que en realidad son unos viejos. Tener el espíritu envejecido es un mal asunto. En este caso el lifting es bastante complicado, y además no hay cirujanos plásticos para el alma. Todavía no existe una especialidad médica que haga rejuvenecer el psiquismo en su profundidad. Por lo tanto, hay que estar alerta a los posibles síntomas premonitorios, ya que a partir de cierto punto no hay retorno. Un síntoma muy característico y alarmante es el agotamiento de las ilusiones, tanto de las actuales como de las futuras. Hay que pelear para no perder las ilusiones. Asegura Emérito que nada es más triste que la muerte de una ilusión. El secreto de una vida plena es un espíritu alegre e imperturbable, disfrutar de cada momento sin reparar si ayer fue mejor que hoy, por eso hay que disfrutar de la magia del instante; controlar no ser arrastrado por la ambición, evitar la disconformidad que nos arruga más la cara y resaltar la sonrisa al más mínimo gesto de amor y admiración porque el elixir de la juventud reside en la alegría. Asegura Emérito que el modo más seguro de hacernos agradable la vida a nosotros mismos es hacerla agradable a los demás. En efecto, no se deja de reír al envejecer; se envejece cuando se deja de reír. Ciertamente, es difícil porque pueden ocurrir muchos acontecimientos en la vida (pérdidas afectivas) que queman y entristecen, pero hay que aferrarse a lo que se sea, ya que perder el patrimonio de las ilusiones es perder el tesoro de la vida. Manifiesta Emérito que la riqueza del ser humano se relaciona con el sufrimiento que ha pasado a lo largo de su existencia. Cuando estás enfermo y se acerca la muerte, valoras mucho más el tiempo, cada atardecer y/o amanecer. Para él el fármaco antienvejecimiento es sentirse a gusto con uno mismo, lo que nos facilita sentirnos bien con los demás y tener una paz interior hilvanada en un fuero interno de coherencia y de creatividad. El envejecimiento nos invita a vivir plenamente con satisfacción plena y generosidad. Dice Borges: “Sé dueño de tu vida, sé más fuerte que el azar o el destino, que tu nombre sea tuyo, que sea cada hora una gota de ámbar que eternice tu existencia; que todo se deslice según tu voluntad dominadora”. Así pues, la vejez ha de ser un reto personal de bienestar y felicidad, no un largo y doloroso proceso como antesala del abismo de la muerte. Una vida impersonal, sumida en el remordimiento y en la culpa, es a todas luces incompatible con la felicidad y con la salud. La vejez no puede ser el epílogo de la vida, sino más bien el prólogo de un nuevo renacer de cada día, tal vez llena de altibajos y de fragilidad, pero también preñada de felicidad. Y nos despide Emérito con la siguiente afirmación: “Elige bien tus sueños y márcate el camino; llegar es importante, pero más lo es disfrutar del viaje”.

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