Dime lo que escribes sobre un restaurante y te diré cómo eres
Desde hace años trabajo como camarero los fines de semana para sacarme un dinerillo extra. Al contrario de lo que sostiene la creencia popular (y también algún que otro familiar), la hostelería siempre me ha ofrecido un buen ambiente laboral, en el que me he sentido valorado e incluso donde se me ha pagado por encima de lo estipulado por ley.
Reconozco que mi experiencia tras la barra es una rara avis, ya que cada vez que hablo con compañeros del gremio salen a relucir jefes déspotas, jornadas interminables, horas extra no remuneradas o lo que muchos se han apresurado a señalar como lo peor de la profesión, los clientes arrogantes y con muchas ínfulas. De hecho, muchas veces la conversación se zanja con una frase que abunda en la comunidad hostelera de internet y que ya podría formar parte del refranero popular: dime cómo tratas a un camarero y te diré cómo eres.
En lo personal, nunca he tenido una desavenencia con un comensal tan grande como para calificar al trato con los mismos como lo peor de mi trabajo, aunque reconozco que el poder que las redes les otorgan me parece excesivo y, en ocasiones, injusto.
Las reseñas online han convertido a los clientes en críticos gastronómicos implacables, capaces de menoscabar la reputación de un local por no satisfacer las demandas más ridículas que alguien se puede imaginar. Por poner algunos ejemplos, mi restaurante ha recibido valoraciones negativas por no tener una marca de refresco concreta, por no servir platos que no están en carta o por negarnos a pasar por la sartén un steak tartar, una elaboración de carne cruda de vacuno que se marina con diferentes especias. Por supuesto, todas han sido arrojadas desde el anonimato.
Quizá lo que más me molesta es la cobardía tras el teclado, la cual considero que habla peor del autor de la crítica que de nuestro desempeño. Me pregunto si sería necesario implantar algún sistema para borrar esta clase de comentarios, en los que ni siquiera se valora nuestro servicio. Ya lo dice el refranero: el hombre es muy valiente cuando no hay nadie enfrente.
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