El arte de hacer un regalo consciente
La Navidad pretende ser una época mágica para compartir con la familia y valorar lo que de verdad importa. Pero lo cierto es que la sociedad y el márketing la han convertido en una etapa de consumismo impulsivo. Hacer un regalo no debería ser una obligación. Cuando hacemos un regalo con amor, se nota. Cuando lo hacemos por compromiso, también se nota.
Lo bonito de los regalos de Navidad no es el consumismo que hay en ellos, no es que se trate de algo muy caro ni tampoco de una cuestión de cantidad. Lo bonito es el amor que le pone uno pensando en cómo puede sacarle una sonrisa a la otra persona o en qué puede necesitar.
Y los niños, ¿qué aprenden de la Navidad?
Aprenden que si se portan bien obtienen una recompensa, que casi siempre es material. Aunque también considero que, sobre todo para los más pequeños, puede ser algo abrumador recibir muchos regalos de golpe, ya que, en lugar de prestar toda su atención a algo que les gusta, tienen demasiados estímulos a la vez. Sin olvidar que se pierde el valor de las cosas, porque un alto porcentaje de regalos serán olvidados muy pronto si no son algo que realmente les guste.
Por este tipo de cosas hay adultos que se obsesionan con adquirir siempre cosas materiales. Comprarse cosas cada vez más caras o más exclusivas para sentir esa satisfacción momentánea. Después de eso, pronto vuelven a sentirse insatisfechos, nunca logran calmar su ansia de comprar. Y así es como se alejan de la felicidad y lo esencial de la vida.
Recuerdo, de pequeña, que al volver al colegio después de las fiestas navideñas solían preguntarnos qué nos habían regalado, en lugar de preguntarnos qué habíamos hecho o cuál había sido nuestro momento favorito durante el tiempo en familia. Creo que eso da para reflexionar.
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