Gobernar, o no

5 de Diciembre del 2010 - Guillermo Fdez.-Barettino Lorenzo (Moreda de Aller)

Para ayudarnos en estas horas en las que la situación de España es penosísima necesitamos de mucho amor, mucha piedad y mucha caridad. Sobran de todo punto los odios y los rencores; no deberíamos ver a políticos en las pantallas de nuestros receptores de TV arengando hacia la violencia y dando ejemplo ellos mismos insultando por delante a todos aquellos que se oponen a sus dictados, a los que pueden convertirse en frenos de su siempre insatisfecha rapacidad. Esas escenas ya producen vergüenza ajena en todas las personas que saben que atravesamos tiempos de necesaria sensatez y esfuerzos por conseguir una patria grande y adecuada a nuestras necesidades, para conseguir la cual es preciso eliminar el mínimo atisbo de dictadura y prepotencia.

Esos políticos que ingresan sueldos fabulosos de nuestro pecunio sí luchan pero no por el bien de todos sus gobernados. Su lucha, la que le es decisiva, esa lucha de la que depende su felicidad o su desdicha, tiene otro objetivo. Como en los antiguos combates de gladiadores, o sine remisione, no se da cuartel al que no sea adicto al régimen; tiene que morir. Esa es su obsesiva y única idea.

Acaso puede pensarse que he exagerado. Para prevenir contra la tentación de pensar que he querido atemorizar sin razón alguna, repásese alguno de los modélicos ejemplos que nos han ofrecido. Júzguese si cuadran o no; yo me atendré a ese juicio. Sin ir al 11-M, sin tocar el «Faisán», sin ir recorriendo las numerosísimas caras que componen el poliedro de la corrupción, podemos comenzar centrándonos, por el momento, solamente en la cara que puede llevar la denominación de «El desgobierno».

No hay en el mundo una escuela que se haya atrevido a proclamar como dogma el desprecio, el odio de todo aquello y hacia todo aquel que se oponga a sus doctrinas. Práctica ésta funesta y viciosa para muchos no muy gustosos de pensar; práctica en la que pueden fácilmente caer hasta incluso las gentes de a pie que están intentando y creyendo llevar el camino estupendo del naturalismo.

Bien entendido que no voy al tópico de poner la verdad de un lado y la falsedad de otro. Nadie que esté en su sano juicio puede hoy, tal como están los tiempos y el sentido que se le da a la vida, declararse abiertamente abrazado a una ideología dejando de lado sus aprecios a la familia, a su modus vivendi, y, en fin, a la sociedad de la que está rodeado; es decir, abrazar con amor las quimeras y alucinaciones, dejando de lado y en último término, así como así, las robustas realidades de la vida.

Por la otra parte, debe de procurarse con toda vehemencia y con todos los sentidos encaminados a ello el bienestar de todos y cada uno de los gobernados. Todo lo que no vaya en ese sentido es ir en contra del juramento o promesa que se hizo en el acto de investidura y, por ende, un fraude y un engaño al español, ya totalmente dominado por la desilusión.

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