Carta de Navidad

19 de Diciembre del 2022 - Ismael Martínez García

Queridos hijos y nietos:

Faltan pocos días para la Navidad, fiesta entrañable por excelencia de la cultura judeo-cristiana en la que mis padres y maestros me educaron y en la que vuestra madre y yo os quisimos instruir a vosotros, aunque los cambios sociales sobrevenidos durante estos años hayan tirado por la borda buena parte de nuestros esfuerzos.

Cuando era niño sentía un gran respeto y admiración por mis abuelos, en especial por ellas, las formidables “tatas”, siempre con un gesto amable en la cara y los brazos abiertos para acogerte en su seno con ternura cuando algo no iba bien. Las abuelas son unas madres diferentes a las que nos concibieron, son el complemento emocional que necesitan los nietos para su desarrollo armónico. El médico psiquiatra, escritor y filósofo Diego Gracia en su ponencia titulada “Por una cultura de la vejez” afirma que hay estudios científicos que demuestran que la respuesta emocional empática que se produce en el cerebro de las abuelas al observar una fotografía de los nietos es muy superior al que genera la misma imagen en los padres. Dichos estudios también comprobaron que, ante la existencia de un vínculo estrecho entre abuelas y nietos, las respuestas académicas, sociales, comportamentales y físicas de estos últimos mejoran significativamente. Son, por tanto, los abuelos el complemento necesario para el buen desarrollo del ser humano en etapas de la vida tan críticas como la infancia y adolescencia.

Sumario: Una reflexión sobre la vejez y la soledad de muchas personas mayores en estas fechas tan señaladas

Destacado: La vejez es la última etapa de la vida, qué duda cabe, y además la única que no tiene salida hacia otras. Es una edad donde las pérdidas se hacen cada vez más ostensibles, pero los viejos somos especialmente resilientes y todo lo encajamos

En las culturas antiguas, tanto en las orientales como en las occidentales, siempre se veneró a los ancianos. Pero esta tradición hace ya algunos años que se ha perdido; los gobiernos han querido preservar la dignidad de los mayores mediante la implementación de programas de envejecimiento saludable, en la creencia de que con determinados medios materiales se podría compensar la carencia afectiva. Ahora ya no se espera ni tan siquiera eso, el progresivo incremento de personas mayores y el gasto social que estas generan, entiéndase sanidad y pensiones, está mutando el semblante de muchos ciudadanos que ante una perspectiva económica decadente ya se empiezan a plantear una especie de fecha de caducidad para las personas de edad avanzada, sin ser conscientes de que todo lo que tenemos se lo debemos a ellas y al gran esfuerzo y privaciones que realizaron para sacar a este país de la miseria. ¿Dónde está el dinero que aportaron con sus cotizaciones durante la etapa laboral? Nadie va a responder a esta pregunta, aunque hace ya muchos años que los demógrafos nos vienen advirtiendo del angosto callejón en el que nos estábamos metiendo.

La vejez es la última etapa de la vida, qué duda cabe, y además la única que no tiene salida hacia otras. Es una edad donde las pérdidas (salud, familiares, económicas…) se hacen cada vez más ostensibles, pero los viejos somos especialmente resilientes y todo lo encajamos. Cada día me levanto temprano, me preparo y me siento detrás de la ventana deseando veros aparecer, queridos hijos y nietos. Al final del día pienso: no habréis podido venir, pero sin embargo nada os reprocho. Mañana de nuevo madrugaré y volveré a perseverar. Toda espera lleva implícita una aureola de esperanza.

Una nueva cultura de la vejez es posible y muy necesaria. La incorporación de la mujer a la vida laboral hace difícil la conciliación laboral y ello está desembocando en un alarmante descenso de la natalidad. Según el biólogo George C. Williams, la temprana menopausia de las abuelas es un fenómeno adaptativo para hacer posible la ayuda en la crianza de los nietos. No debemos dilapidar este capital y apenas nos queda tiempo para reaccionar.

Hijos y nietos de personas mayores: No abandonéis nunca a vuestros familiares, aquellos que os dieron todo lo que tenían, y, de modo especial, no lo hagáis en este tiempo de Navidad. Vuestra simple visita puede ser para ellos el mejor de los regalos, un impulso vital para afrontar los últimos días de una larga y generosa vida.

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