Jesús de Nazaret, una visión actual de su doctrina
Con Jesús de Nazaret se dio inicio a una nueva civilización, con su vida, sus actitudes y enseñanzas coherentes nos transmitió lo que Dios quería para el ser humano: libertad, solidaridad con los más necesitados, igualdad de derechos entre razas, sexos, etcétera.
Nos mostró la verdadera naturaleza de Dios, cómo es por dentro, nos dijo que era Amor, Relación, Humanidad.
Por ello dio su vida, por la instauración del por Él llamado Reino de Dios, y que hoy se traduce por Derechos Humanos, Igualdad de Género, Solidaridad con los más desfavorecidos, etcétera.
Nunca escribió su doctrina, pero quienes vivieron con Él la transmitieron a sus descendientes y posteriormente fueron dejando escritos que nos recordaran qué hizo y cómo era.
Pero lo importante ha sido la integración en el subconsciente colectivo de sus enseñanzas; a partir de su presencia en nuestro mundo, los pobres sabían que Dios se identificaba con ellos, las mujeres sabían que para Cristo eran iguales a los hombres, que había una utopía posible que ya había comenzado a existir.
Luego vinieron tiempos oscuros, los representantes de ese Resucitado no transmitían correctamente su mensaje; más bien, al contrario, le daban la vuelta horrorizando con sus decretos, juicios y sanciones al pueblo llano y a sus verdaderos discípulos, anulando la libertad, oxígeno de su doctrina. Tanto es así que, saliendo de esas oscuras épocas, la fe se fue perdiendo en buena parte de la sociedad, y donde esta se hallaba no era ni de lejos visible ese Reino por el cual el Maestro dio su vida.
Ha sido así como Dios Padre se ha servido de los no creyentes, como mayor libertad y desligamiento de las directrices oficiales eclesiásticas, quienes han continuado su labor, recogiendo el clamor de justicia de los pobres y explotados -comunismo, socialismo-, la igualdad entre los sexos -feminismo-, la igualdad de razas, etcétera.
Es cierto que no todo el mundo puede comprender esto, ya que los creyentes no ven más allá de sus creencias y los no creyentes se sienten ajenos a la doctrina cristiana, unificar ambos no es fácil y somos pocos quienes lo vemos, aquellos que apreciamos el valor evangélico de la izquierda política y social, así como la realidad espiritual que ella alberga.
Pues no hay verdadera espiritualidad sin justicia social, ni libertad de espíritu sin igualdad de derechos para todo ser humano.
No nos enseñó Jesús de Nazaret caminos más o menos tortuosos, ni ejercicios físicos ni restricciones alimentarias o de ningún otro tipo para llegar a conocer la trascendencia divina, nuestra realidad más profunda; el suyo, el camino por Él propuesto, era algo más sencillo y complejo a la vez: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”, nada más y nada menos.
Si hay amor, hay sana relación con uno mismo y con los demás, por lo que para ser buen ser humano, buena persona, buen cristiano, hay que vivir el amor, hay que pedírselo a Dios -si se es creyente-, hay que trabajarlo desde la consciencia, y si para ello gustáramos de técnicas físicas -yoga, por ejemplo...-, bienvenidas fueran; aunque no sean imprescindibles, pueden ser útiles.
Hay mucho que podría contar, qué papel juega la Iglesia u iglesias en todo esto, qué diría Jesús en la actualidad, etcétera. Y lo contaré si me lo permiten.
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