Grietas
Si buscamos la etimología de la palabra grieta en Wikipedia nos indica que viene del latín vulgar "crepta", forma asincopada de "crepita", participio del verbo "crepare": "crujir, rechinar, crepitar", y así, esta menda que escribe estas líneas se da cuenta que las grietas están por todas partes caminando por Gijón. Están en las aceras, con las dichosas baldosas levantadas, deseosas de "chiscar" los pantalones de vestir de cualquier empresario; están entre tanto local cerrado por la crisis, con un cartel de "se alquila, se vende" pidiendo a gritos una reforma, una nueva oportunidad; están en los edificios, algunos no tan antiguos, que "atraviesan" la fachada de par en par y, aunque se les rehabilite con modernas plaquetas para modernizar la ciudad, ahí seguirán con sus grietas ocultas. Están en cada ciudadano que espera el semáforo, en cada vecino de puerta, en cada uno de nosotros. Algunas son tangibles, disimuladas con los puntos de sutura del cirujano, un buen maquillaje o un enorme tatuaje. Esas son las más livianas. Las peores son las del inconsciente, las que no se ven. Y sobre estas quería hacer un inciso, sobre las grietas y cicatrices que todos llevamos en el interior y que no remendamos. Son las que te rompen los esquemas, las que te consumen la vida, las que te destruyen la armonía, las que chirrían en la mente cada día. Todas y cada una de ellas tienen el mismo remedio y curación. Se llama tiempo.
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