La marquesina de Rioseco
El Diccionario de la RAE define los que es una marquesina como “construcción protegida por los lados y cubierta, destinada en las paradas de transporte público a guardar del sol y de la lluvia a quienes esperan”. Aunque, tristemente, tal acepción no se puede aplicar a la existente en el pueblo de Rioseco.
Hace más de dos meses, una racha de viento levantó la techumbre de la misma y la única actuación al respecto se limitó a una simple chapuza, retirada del escombro exclusivamente, sin ni siquiera sanear los rebordes restantes. Si nos fijamos, a este deterioro hay que añadir el lamentable estado de los bancos, sueltos y oxidados, haciéndoles inservibles para su función.
Continuamente oímos de boca de nuestros expertos, cada vez que tocan el tema rural, esas frases rimbombantes sobre cambio climático, despoblamiento, transporte sostenible, servicio de movilidad, etcétera, pero a fin de cuentas todo queda en mera palabrería. Está visto que al final nadie se acuerda de quienes los demógrafos denominan la población cautiva, aquella que se ve obligada a disponer de transporte público y, por ende, de sus infraestructuras.
Centrándonos en el caso que nos ocupa, esa población está formada por estudiantes, trabajadores, turistas de mochila, personas que por su situación económica no disponen de medios propios, gente mayor o incluso aquellos que utilizan el autobús para acercarse a La Pola con el fin de realizar alguna gestión y aprovechan el desplazamiento para tomar unas pintas de vino con sus viejos amigos o sus antiguos compañeros de trabajo y que por responsabilidad, o tal vez miedo, quieren evitar los controles de la Guardia Civil en las glorietas de La Chalana o de Muñera.
Desconozco por completo si la responsabilidad de tal deterioro en ese mobiliario urbano es de la empresa Alcotan, del Consorcio de Transportes o del Ayuntamiento de Sobrescobio, pero, por favor, eviten cuanto antes que nos sigamos mojando.
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