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Al Hospital Monte Naranco, gracias

13 de Noviembre del 2010 - Guillermo Fernández Llames (Oviedo)

Ante el fallecimiento de nuestro querido padre José Ramón Fernández Fernández, al abandonar esa triste madrugada del 27 de mayo el Hospital Monte Naranco junto a mi madre y mis cuatro hermanos, sentimos todos como que nos íbamos sin pagar y nos quedamos mal por no tener fuerzas ni para despedirnos, para manifestaros a todos los que de una u otra forma trabajáis en ese centro, nuestro más sincero agradecimiento, gracias por todo y ese todo encierra tanto que nunca lo olvidaremos. Y es que hubo momentos en la residencia en que nos asaltó la desolación, si el dolor del diagnóstico es duro lo es más el ambiente que rodea al enfermo, la carencia total de intimidad que le impide una convivencia digna, la superficialidad de los diálogos a que te ves obligado con conversaciones banales y continuamente interrumpidas por un lamento, el exceso de visitas y la falta de espacio, tres pacientes en cada habitación es una crueldad y más tener que enfrentarse a la muerte del compañero de habitación consciente de que tu diagnóstico es idéntico.

Pero gracias a Dios llegamos al Hospital Monte Naranco, conocíamos consultas externas, para nuestra abuela (D.E.P.) era el Sanatorio Naranco y claro que es un sanatorio, del cuerpo y del alma. Aprovechamos para darle las gracias al Dr. Miñana, no es un geriatra es el ángel de la guarda de los que hace tantos años fueron niños, que bonita la geriatría si se ejerce con ese cariño solamente superado por un certero diagnóstico. Sin calificativos para el eminente reumatólogo Dr. Jirou, además de quitarle el dolor, en su consulta nuestra abuela se sintió siempre como en familia, la trató con tanto mimo como si fuese más de sus nietos, su cercanía y entrega engrandecen más si cabe su sabiduría como médico, mil gracias.

También conocíamos el área de hospitalización, pero no es lo mismo, eso hay que vivirlo, mejor aún hay que sufrirlo. Tenemos una deuda de esas impagables con todo el personal de la primera planta con la Dra. Palacios al frente, no tenemos palabras para expresar el cambio, nos recibisteis como si esperaseis nuestra presencia con ilusión, palpasteis ese frío cargado de falsedad y exento de esperanza que nos invadía, ese frío que sólo se puede romper con la calidez y la cercanía de la gente, nos permitisteis invadir aquella amplia y confortable habitación y convertirla en algo parecido a nuestra casa, le rodeamos de lo que a él le gustaba y vivimos un mes difícil de olvidar conscientes todos de que sería nuestro último domicilio compartido, fuimos una familia, nos podíamos sentar en la cama y hasta en el suelo, reímos y lloramos juntos, a nuestro alrededor sus libros y nuestras mochilas, prensa, crucigramas y las sopas de letras. Allí nos aferramos a la vida y en muchas ocasiones nos olvidábamos incluso del diagnóstico, la palabra tumor dejó de existir, la morfina se llamó tratamiento y se habló de mejoría y esperanza.

Nadie que no haya vivido semejante situación puede imaginar la diferencia, tanto en el espacio como en el trato recibido sobre todo el cariño con que tratasteis a nuestra madre, supisteis ver el miedo y el dolor que se escondía tras su aparente entereza. Por todo ello formáis ya parte de la historia de nuestra familia. Esta carta no es suficiente, lo sabemos, pro es la única forma de daros las gracias a todos juntos, sin excepción alguna. En ocasiones nos preguntábamos como sería posible no encontrar en un turno a nadie, de ningún sexo ni jerarquía que tuviese un mal día, jamás una mala cara, pero ni a las tres de la tarde sin de la madrugada, desde recepción, cafetería, el servicio de limpieza, el religioso y el personal sanitario, increíble, hay que ser muy profesional para atender con tanta entrega a los enfermos y más aún para soportar a sus familias, pero vuestra humanidad hace que un trabajo de tanta responsabilidad parezca sencillo, vuestra profesionalidad, sencillez, cercanía, discreción y sobre todo vuestra caridad, son la mejor condecoración para ese gremio tan denostado muchas veces injustamente. Gracias de todo corazón ojalá pudiésemos trasmitir todo lo que sentimos, pero solo podemos felicitaros por ser como sois, no cambiéis nunca y gracias muchísimas gracias por vuestra ayuda en ese momento que tanto os necesitábamos. Por todo eso y por tanto más, os estaremos eternamente agradecidos.

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