Villayón también existe
Cuando alguien llega a una ciudad, pueblo o aldea, independientemente del entorno natural, en lo primero que se fija el forastero es en el estado de conservación, limpieza, asfaltado, servicios públicos, etcétera. Digamos que es la carta de presentación del Consistorio. Nos da una información bastante fidedigna acerca del responsable del concejo.
En el caso de Villayón, sencillamente no hay ni un pequeño halago para el señor edil. En pocas ocasiones, afortunadamente, se encontrará una cabeza de Ayuntamiento tan desprovista de ideas y proyectos. Teniendo en cuenta que la materia prima ha sido creada por la madre naturaleza, cualquier persona responsable de tan bello legado y con la mínima sensibilidad paisajística y sentido de la responsabilidad haría de este paraje uno de esos lugares a los que siempre deseas volver.
Afortunadamente para el señor alcalde, no todo el mundo piensa como yo, pues creo que lleva en la poltrona más de veinte años, o sea, que cuenta con el apoyo de la mayoría de los habitantes ¿?
A excepción de la plaza del pueblo, que está más o menos presentable, el resto, o sea, todo el pueblo, está en su mayoría intransitable: socavones, caminos de tierra, escasez de contenedores, la estética en las edificaciones en relación con el entorno es inexistente, se construyó un edificio recientemente y no se ha dejado acera, bueno sí, de unos 30 centímetros.
He dejado para el final el basurero del pueblo, porque esto sí que es de juzgado de guardia. Todo lo que no cabe en los pocos contenedores que hay, lavadoras viejas, colchones, somieres, sanitarios y demás utensilios, la mayoría contaminantes, se tira al final de la calle del Ensanche, que es el inicio del camino de Champolayo. Esta escombrera es utilizada por el propio Ayuntamiento para deshacerse de material casi siempre agresor con el medio ambiente. Hay un servicio de recogida de desechos voluminosos que, previo aviso, pasan a retirar a la puerta del que lo solicita. Hace unos días un vecino llamó a este servicio para que le recogiesen unas vigas de madera y trozos de un tejadillo de uralita de un pequeño cobertizo. Vinieron tres operarios para ver lo que había que retirar y cuando vieron la uralita dijeron que no se hacían cargo por ser material cancerígeno. Sorprendentemente, al día siguiente volvieron los tres hombres del día anterior, cargaron la camioneta con la madera y la uralita y se la llevaron ¡a la escombrera!
Evidentemente, cuando una persona permanece más de veinte años desempeñando un trabajo cuya función es de cierta envergadura se le presupone cierto interés y conocimiento de las deficiencias que aquí se relatan. Con lo cual, lo que cabe pensar es que el único interés que lo motiva es la nómina mensual y un total desinterés por el pueblo y los habitantes de Villayón.
Ignoro si este señor tiene alguna satisfacción profesional como alcalde de este pueblo; en caso de tenerla, siento curiosidad por saber de qué se trata.
Hablé con Mariano, y me ha dicho que una de sus virtudes es que es muy ahorrador y como no invierte en mejoras para el pueblo, tiene un fondo de maniobra que para sí quisiera el Gobierno central. ¡Ya lo veo como ministro de Economía!...
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