Falsas aves del paraíso
Cada vez son más los córvidos que nos sobrevuelan disfrazados de hermosas aves del paraíso para así intentar engañarnos, cosa que muchas veces consiguen. Y si malo es esto, peor es, que cuando al tomarlo por un hecho natural, llegan a considerar, como propio, su disfraz ficticio.
El colorido plumaje con que se revisten es una burda exhibición de lo que es la verdadera elegancia y camufla, temporalmente, la ruindad de sus simulaciones y la falsedad de sus objetivos.
Aunque los sonidos que emiten son desagradables graznidos, constantes y repetitivos, su arrogancia les hace creer que se tratan de melodías armónicas resultantes de concatenar palabras veraces e inteligentes, que no son más que palabras barrocas a veces, vacías otras, contradictorias muchas, falsas las más, y siempre, palabras que ahogan a los silencios con su bla, bla, bla.
Estas pretendidas aves del paraíso representan la encarnación del pavoneo, de la ambición y del convencionalismo, y cuando se les despoja de su vistoso plumaje quedan reducidas a lo que son, feos y negros pajarracos que dejan al descubierto la sinrazón de sus disfraces, la cortedad de su honestidad, la impostura de sus predicamentos, y la tibieza de su sabiduría.
Han comenzado a abandonar sus refugios.
Nos sobrevuelan muy agitadas, no cesan de revolotear desorientadas y ruidosas.
Parecen anunciar cambios en el ambiente.
Las elecciones se acercan.
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