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Un grito de esperanza en Rusia defendiendo el cristianismo

10 de Febrero del 2023 - Antonio Parra Galindo (Cuideiru)

Nikolái Berdiáyev, Kiev, 1874-París-1948, un profeta de nuestros tiempos.

"Hubo sistemas sociales teocráticos, papoccerasistas, cesaropapistas, que aniquilaron la personalidad, negaron la libertad de conciencia y pervirtieron el alma de las gentes, pero estos sistemas pseudocristianos están llamados a desaparecer. Históricamente, la ortodoxia rusa estaba ligada a los pequeños comerciantes, el catolicismo francés a la aristocracia, el protestantismo alemán es burgués. La Iglesia española fue militante, pionera y mediática. Pero axiológicamente el ser humano está por encima de la clase y del Estado. El alma de los pueblos no es la economía ni el culto a Mammon, el dios del comercio", escribe Nicolás Berdiáyev en "El cristianismo y la lucha de clases".

Fue marxista en su juventud, revolucionario, amigo de Bulgakov y crítico del zarismo, por lo cual sufrió el cautiverio de Siberia. Dice en este libro que básicamente Carlos Marx llevaba razón en origen cuando en "El capital" se lanza a convertir a la burguesía, pero hierra en el método. No se puede crear el bien a partir del mal ni conseguir la sociedad igualitaria mediante la violencia, la destrucción, el encono, las envidias.

Al tiempo enuncia un augurio que se está cumpliendo: la lucha de clases dará pábulo a la guerra de géneros.

En su exilio de París y de Berlín, este filósofo, una de las mentes más preclaras que ha producido Rusia (él se consideraba ruso nacido en el seno de una familia aristócrata y no ucraniano), escribió una serie de libros de filosofía y de pensamiento que nos depararían las claves de lo que está pasando en el día de hoy: el triunfo de la ortodoxia en el Este y la desmitificación, cuando no el ataque, al cristianismo en el Oeste.

Un nuevo paganismo, otra edad media, una confrontación de valores, guerra.

Aduciendo que en la Edad Media se luchaba a cara descubierta, ahora los grandes gurús de la economía y de la guerra se escudan detrás del coselete antibalas de la política y las redes sociales. El nostramo es invisible. Jamás enseña la carita.

Su conversión al cristianismo no estuvo exenta de traumas y de polémicas. Criticó al Santo Sínodo, por lo que sería excomulgado.

Luego el patriarca Pimen le levantaría el interdicto. Era un humanista, un ser humano hecho de grandezas y de pasiones y bajezas que puede gritar con San Pablo: nada de lo humano me es ajeno. Por eso critica a Tolstoi en su idea de volver a los principios evangélicos y la idea de un cristiano incorruptible ejemplar. En esa herejía cayeron los montanistas, una secta del siglo tercero que vuelve a manifestarse con los albigenses.

Montana consideraba fuera de la Iglesia a los impuros, a los pecadores. Cristo cura, Cristo salva a los pecadores, pero su santidad es de otra manera a esos santicos mequetrefes con el cuello de medio lado que rechazan y incomunican a cuantos no son de ellos. Una idea genial en su teología, la Iglesia ortodoxa es tradición y plegaria. Evangelio sí, pero a veces el hombre pecador no cumple la norma.

Qué gran visión. Leyendo su libro sobre el comunismo, creo que este ruso que no quiso alinearse con el vaivoda Zelenski surge como inspiración del Espíritu Santo en nuestros aciagos días perturbados.

Su doctrina refleja la humanidad redentora del Salvador que redime al pecador. No hay soluciones explícitas a mano. La fe y la esperanza de la resurrección sean nuestro vademécum.

Berdiáyev murió en el exilio, no pudo volver a la Rusia comunista, y a pie de obra, mientras redactaba un artículo. El filósofo eximio no le hacía ascos al periodismo de infantería

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