¡¡Muchas felicidades, Valentín!!
No quiero dejar de felicitarte porque este es un año muy especial para ti y para todos los que te conocemos.
Es la primera vez que te felicito por tu santo, pero quiero aprovechar también para hacerlo por tu manera de afrontar y de superar el percance con una actitud y una entereza fuera de serie.
Te lo dije en su momento y te lo digo ahora, querido Valentín, que cuando recibí la noticia me estremecí, pero de inmediato la preocupación se tornó en esperanza cuando supe que dentro de la gravedad habías tenido suerte, una noticia que nos diste personalmente a todos los que te queremos.
Hemos seguido día a día tu evolución según la has ido narrando con tu peculiar humor y transparencia, un modo de proceder ejemplar, y hoy, ya en plena forma, hay que felicitarte por cómo lo has llevado, por haber seguido desarrollando tus responsabilidades y compromisos familiares, sociales y laborales a pleno rendimiento, y por ser como eres, una persona extraordinaria y un ejemplo para todos.
Permíteme, Valentín, que te abrace con cariño, con respeto y con admiración.
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