In memoriam de Javier Medina, amigo y vecino
Adiós, Javi, amigo. ¡Cuánto lo siento! Te fuiste sin hacer ruido. Mis ojos era lo primero que veían al levantar la persiana: tú cruzando la calle o ya en El Café de Cundi. No podrás leer mi libro, pero te recordaré en él. Nuestro cariño era mutuo, eras como mi séptimo hijo. Yo preocupada por ti y tú por mí. Gracias. La última vez que te vi estaba regando mis flores en la ventana y me gritaste desde la calle: “¡Felicidades, Aurora, por tu 85 cumpleaños!”. Te di las gracias y te pregunté cómo estabas, y me dijiste que muy bien, muy bien… Ayer te fuiste de forma inesperada. Siempre destacaste por tu alegría y por los buenos modales, y por la educación que siempre tuviste. Nunca te vi enfadado ni oí de tu boca palabra malsonante.
Gracias, gracias por tenerte de vecino tantos años. Aún recuerdo cuando llevabas el coche de Manolo a pasar la ITV, que le ponía muy nervioso, le cogías el coche y al volver le decías: “Ahí lo tienes”.
En mis oraciones seguirás presente.
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