Carta abierta al secretario general del PCE, Enrique Santiago
En el mes de septiembre del 2021, acudí a una conferencia que usted impartió en Gijón, con motivo del Centenario del histórico Partido Comunista de España (PCE).
Soy un hombre de izquierdas, pero no soy ni he sido del PCE. Eso sí, he compartido lucha y sueños con hombres y mujeres del PCE durante el tardofranquismo. Gente maravillosa, de militancia a prueba de fuego, lo mejor de "el Partido". Por ello acudí a la conferencia con la esperanza de escuchar un discurso renovador, motivante, alejado de los fundamentalismos que en otros tiempos marcaron sus señas de identidad.
La decepción, una vez más, pudo conmigo. Fue un discurso trasnochado, de defensa numantina de "el Partido" y de sus gloriosos días.
Cien años dan para mucho. Ninguna organización que pretenda ser honesta consigo misma puede obviar los errores cometidos, y más cuando se tiene el escudo protector de los contextos. La historia del PCE está jalonada precisamente de eso. Fue víctima de los contextos en los que tuvo que desarrollar su pensamiento y acción, el peor de ellos su dependencia enfermiza de la "madre patria soviética" cuando esta se había convertido en una "madrastra estalinista" y la lucha clandestina contra la dictadura de Franco.
La información que llegaba de los horrores del estalinismo, de los gulags, de las purgas, de los asesinatos masivos, pasaban por el filtro de sus dirigentes, que trasladaban a los devotos militantes bajo la consigna de que aquellos "rumores" eran un invento del imperialismo. Así me lo trasladaban a mí mis amigos "camaradas", quienes jamás ponían en duda lo que provenía de la "madre patria soviética".
El secretario general más longevo, Santiago Carrillo (1960-1982), no solo conocía las barbaridades que se cometían en la Unión Soviética, sino que compartía mesa y mantel, con demasiada frecuencia, con el tenebroso matrimonio Ceaucescu, poseedores de las llaves de la prisión que durante muchos años fue Rumanía. Así terminaron, linchados por su pueblo.
Todo esto no es opinión. Son datos que los historiadores se han encargado de poner negro sobre blanco, pero que los dirigentes del PCE se han encargado, a su vez, de ocultarlo o de pasar de puntillas (salvo en algún momento y de manera tímida por parte de Gaspar Llamazares). Esta actitud ante la historia se ha clonado de manera sistemática en los partidos comunistas de América Latina y así les va.
Lo triste y lamentable del caso es que las propuestas económicas y sociales del PCE siguen teniendo valor en sí mismas. Yo diría que cada vez más, conforme el neoliberalismo y la ultraderecha avanzan sin control y la socialdemocracia se perdió tras el discurso hueco de Tony Blair. Sigue existiendo un espacio propositivo e ilusionante a la izquierda de la descafeinada socialdemocracia que dé respuesta a las cada vez más depauperadas clases medias y populares. Pero ello solo es posible trasmitiendo credibilidad, y esta solo arraiga en terreno que es necesario previamente abonar y, si se me permite el símil religioso, purificar, desvelando la verdad, asumiendo los errores cometidos. Ello no está reñido con mantener la firmeza de los principios en la ardua tarea en la lucha contra la desigualdad y el compromiso con la libertad.
No se puede "vender" que, en los ochenta, se creó Izquierda Unida para "ampliar la base social a otras fuerzas políticas y organizaciones que quieran compartir ese espacio político a la izquierda del PSOE". Lo cierto fue que IU se creó para salvar el naufragio electoral del PCE. No fue, por cierto, mala idea, pero una vez más los dirigentes del PCE no fomentaron ese nuevo tiempo que se podía haber abierto con la fuerza política creada. Se limitaron al reparto de cuotas de poder.
Posteriormente, al albur del ilusionante movimiento del 15M, apostaron por la alianza con Podemos a pesar de que Pablo Iglesias los denigrara con aquello de "cuécete en tu salsa llena de estrellas rojas, pero no te acerques, porque sois precisamente vosotros los responsables de que en este país no cambie nada. Sois unos cenizos, practicáis la cultura de la derrota". Alberto Garzón aguantó el chaparrón y el insulto al histórico partido porque su único objetivo y obsesión era llegar a ser ministro... y lo consiguió.
¿Con qué autoridad moral se puede exigir a la derecha española, heredera del franquismo, que se homologue a la derecha europea pidiendo perdón por su pasado franquista y por los abominables crímenes del dictador?
Terminada la conferencia, te pregunté: “¿Cuál es la opinión personal del secretario general del PCE y la posición del partido con lo que está ocurriendo en Nicaragua y con Sergio Ramírez?”.
Respuesta: “Todo esto tiene que ver con el bloqueo del imperialismo americano sobre Cuba, Venezuela y Nicaragua. De todas maneras, yo no me creo todo lo que sale en la prensa”.
Hoy, al hilo de las últimas informaciones sobre la expulsión, degradación y retirada de la nacionalidad nicaragüense a 222 ciudadanos y ciudadanas por el peligroso delito de pensar ("traidores a la patria") y tras las espeluznantes declaraciones de los ex presos políticos a su paso por una de las prisiones más peligrosas de América Latina, le vuelvo a preguntar: “¿No tiene nada que decir al respecto?”.
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