El subjetivismo de la ley Trans
Un genio fantasmal recorre las naciones que se han desarrollado en el Occidente cristiano, agitando un subjetivismo suicida y enloquecido. El cual ha sido aceptado, activado y premiado, con gran interés y fuerza, por el Gobierno de Pedro Sánchez, a pesar de que tantos profesionales de los distintos campos del saber consideran como un crimen contra la humanidad, porque se ordena a destruir la persona humana. El tema ha aflorado cuando se ha propuesto para su aprobación en el Parlamento la denominada: «Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI», vulgarmente conocida como ley Trans. Ley que está montada sobre la instrumentalización de una pseudociencia al servicio de leyes que son inmorales, peligrosas, dañinas y criminales, porque deshacen para siempre la vida de los que se someten a esos tratamientos.
Esta ley, también llamada de Irene Montero, causa terror en el mundo científico, pero no es una creación de ella, como demuestra cuando se le hace alguna crítica, oposición u objeción: no sabe razonar una defensa correcta, sino que se limita a insultar o disparar algunas inconveniencias. Ahora bien, las bases filosóficas de esta orientación social vienen de muy lejos, de cuando se modificó la filosofía objetiva por una de valoración de la subjetividad.
Hay que buscar el origen de esta ideología en la Modernidad, que ha asumido la supervaloración del sentimentalismo frente a la filosofía tradicional, que se basaba en la racionalidad. Tendencia que tiene sus raíces en la revolución de la filosofía que supuso la teoría de René Descartes, dando pie a la absoluta divinización del Yo individual, sin ningún límite, como muestra aquel axioma de «Pienso luego existo». Una vez que se ha afirmado su Yo, rechazada la tradición y las otras escuelas filosóficas, considerándose seguro de sí mismo, se remite, únicamente, a la singular libertad del espíritu humano, con una osadía revolucionaria. Esa libertad ha originado los mayores crímenes de la historia. En resumen, se logró «la renovación radical de la filosofía y del saber humano en general por un solo individuo», y la creación de la libertad sin la consideración a la existencia de otras personas.
Y concebido así el Yo, se dota a sí mismo tanto de contenidos como de mecanismos de verificación. La norma de comportamiento se va a definir sin control alguno. Todo lo que le dicte el sentimentalismo va a ser la norma de comportamiento, sin que importe la realidad que le rodea, con lo que la autoconciencia va a ser la norma de comportamiento. Así la esperpéntica afirmación del «sí es sí», donde se da valor a la voluntad de una niña o a la de una esquizofrénica, sin que tengan suficiente conocimiento para una valoración de la realidad.
Y llegan aún a más, a que su conciencia no les reconozca que existe en nosotros una ley moral. Ley que consiste, según Kant, en un mandato categórico que se impone por sí, como ley fundamental de la voluntad, y que es absoluta sin considerar la evolución y consciencia que tenga la persona, y que enunció así este filósofo: «Obra de modo que la máxima por que se rige tu conciencia pueda erigirse en ley universal». Pero estos políticos han trastrocado este axioma, según su subjetividad, y así actúan con la convicción de que «lo que determine su conciencia se ha de erigir en norma universal», aunque sea contrario a la naturaleza.
Amén de la evolución de esta ideología, vamos a considerar una expresión muy antigua: pues ya se decía en latín que la mente del niño al nacer está como «tabula rasa», esto es, una mente sin ninguna idea, y que se va llenando con los conocimientos que adquiere durante su vida. Idea de la concepción materialista de la historia de Marx: la persona, partiendo de la nada, se va formando por los factores económicos desarrollados en la historia. Por lo cual, lo que conocemos como estructura social es un compuesto de ideas religiosas, artísticas, legales, éticas, filosóficas y políticas, con lo que se constituye el «constructo social», del que dispone la persona en su mente, el cual no es propio de la naturaleza humana, sino una elaboración de la historia adulterada, que hay que corregir, según su ideología.
Una ideología que ha asumido la supervaloración del sentimentalismo frente a la filosofía tradicional, que se basaba en la racionalidad
La ley está montada sobre la instrumentalización de una pseudociencia al servicio de leyes que son inmorales, peligrosas, dañinas y criminales, porque deshacen para siempre la vida de los que se someten a esos tratamientos
Partiendo de esta ideología marxista, las autoras de la ley Trans han ido mucho más allá. No se han contentado con afirmar que la mente del niño es una «tabula rasa», donde se graban los conocimientos, sino que han elaborado una nueva teoría del materialismo histórico al aseverar que esta «tabula rasa» no solo se refiere a la formación de la mente, sino también a la misma naturaleza humana, de forma que no se nace hombre o mujer, sino que la diferencia de masculino y femenino es fruto de factores sociales, por lo que cada uno, según su voluntad, puede superar ese «constructo social» eligiendo el sexo que le parece tener en la mente. Por lo que la subjetividad infantil, por muy delirante que sea, es lo que tiene que determinar el futuro de la persona.
En la elaboración de esta ley no se ha admitido el asesoramiento de ningún psiquiatra, psicólogo, experto médico, ni especialista en biología. Unas incautas de la ultraizquierda y feministas radicales de la cuarta generación, impulsadas por el Gobierno de ultraizquierda, han invertido el axioma de Kant e imponen que lo que ellas deciden se ha de establecer como norma universal de comportamiento.
El daño que puede causar esta ley en muchas personas, que son promovidas a cambiar de sexo desde su infancia sin suficiente formación para tomar una decisión, y que le va a afectar toda la vida, no puede haber duda de que, en su momento, podrán exigir responsabilidades y compensaciones al Estado, por haber sido causa de tal barbaridad, porque, por esta ley, no han sido personas normales y estado enfermas durante toda su vida.
"Seguir la propia convicción es mucho más que someterse a la autoridad; pero mantener algo por autoridad o mantenerlo por propia convicción no implica que se modifique el contenido ni que la verdad constituya error. Aferrarse al sistema de la opinión o del prejuicio por autoridad de otros o hacerlo por propia convicción solo se distingue por el orgullo inherente al segundo caso”. (Hegel, “Fenomenología del espíritu”).
A. Gramsci: "(...) el socialismo es precisamente la religión que debe matar al cristianismo. Religión en el sentido que tiene él también una fe, que tiene sus místicos y sus practicantes; religión porque ha sustituido en las conciencias al Dios trascendente de los católicos por la confianza en el hombre y en sus mejores energías como única realidad espiritual". "Audacia y fe" en “Sotto la Mole” (1916-1920), p. 148. Ver comentario a esta idea en M. Sacristán, "Formación del marxismo de Gramsci", en “Actualidad del pensamiento político de Gramsci”, Barcelona, 1977, p. 319.
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