Filicidios... tan dramáticos
Hay extrañas y tremendas conductas humanas que tienen gran capacidad para dejarnos perplejos e incluso golpeados por el temor, la angustia o la compasión. Es el caso de sucesos que saltan de vez en cuando a la opinión pública, con agresiones de niños maltratados gravemente o incluso matados por sus padres. Es muy difícil determinar qué es lo que pasa en el interior de esos progenitores para llegar a hacer lo que hacen, pues las "ciencias de la conducta" son limitadas. Pero sí sabemos algo, aunque no lleguen a ser más que apuntes, acercamientos o generalizaciones sobre este tema. Sabemos que el filicidio, o muerte de un hijo producida violentamente por los padres, se da más en las madres que en los padres y que un tercio de ellas se suicida después. También conocemos distintos tipos de filicidio: el llamado “altruista”, que obedece a una mal entendida actitud que pretende evitar el sufrimiento de los hijos-víctimas; el “neonaticidio”, en el caso de niños que tienen menos de 24 horas de vida y son asesinados por venganza hacia el otro miembro de la pareja, del que la agresión se desplaza al hijo; el accidental, por abuso o maltrato sin propósito de matar, y el que acaece en el curso de un episodio psicótico grave agudo o una locura fugaz –digamos para entendernos.
La estadística que han hecho algunos estudiosos del tema –por ejemplo, Pérez Martín, Jordán Jimeno y Fuentes Albeza, del Hospital Psiquiátrico de Foncalent, hace más de veinte años– dice que el 90 por ciento de los casos ocurren en el curso de trastornos psicóticos funcionales; o que más de dos tercios de esos filicidas, además, tienen un trastorno de personalidad previo y que el 70 por ciento de los casos ocurre cuando uno de los cónyuges no convive con el otro en el momento del delito, factor éste que ha aumentado en las últimas décadas por el incremento de divorcios. No obstante, también hay que pensar que hay filicidios que no son de origen psicopatológico, sino originados simplemente por odio y/o maldad.
Hay quien denomina el filicidio por venganza como síndrome de Medea, acudiendo a este oscuro y terrible personaje de la mitología griega que mata a sus hijos por venganza pasional.
En fin, esto ya pasaba en el mundo antiguo, como se ve en las tragedias de Eurípides. Nos sorprenden ahora porque afortunadamente no se dan con mucha frecuencia, pero se dan, se clasifican y se pasan a la estadística. Quizá lo que sí nos puede escandalizar es que todavía ocurran, después de siglos de evolución de la humanidad. Pero al fin y al cabo no se puede olvidar que todavía hoy existe pena de muerte en muchos lugares, que crece el número de abortos, e incluso a veces se presume de ello como un logro social de libertad, etcétera. Que en cuestiones del Eros y el Tánatos –de amor y de muerte– están en el meollo más profundo del hombre y no parece que hayamos avanzado mucho desde aquel mundo, que con esta perspectiva podríamos llamar no ya antiguo, sino viejo.
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