Tildes de la discordia
Se halla la pobre España zarandeada, atosigada y maltrecha por los variopintos síntomas de una crisis sistémica de envergadura, quizá colateral, quizá desencadenada -si no inoculada, a decir de los laboratorios experimentados- por 11M04, un virus cuya brutal manifestación lamenta en estos días otro aniversario, un bicho de mal diagnóstico, hasta la fecha sin vacuna ni sedicentes, dotado de gran versatilidad, adaptabilidad, tenacidad, resiliencia y eficiencia, así como baja huella de carbono, titadine y demás indicadores de trazabilidad. Y es que -a perro flaco- resulta que ahora nos surge otra variante, afortunadamente benigna, erudita y hasta estimulante, de la crisis lingüística que ya padecemos por exceso de oferta (amable y de la otra): ahora toca la rebelión de las tildes diferenciadoras.
A mi más que modesto juicio, la RAE se ha venido caracterizando desde que tengo memoria estudiantil -de lego y mala, pero memoria- por acometer los problemas semánticos y ortográficos con muy diversa atención, criterio y resultados, no digo ya acierto -caso de los anglicismos colonialistas, de los americanismos de genoma compartido o de los neologismos fatalmente impuestos por las advocaciones de agenda o breviario de la Nueva Religión- porque, para eso, las señorías académicas son árbitros con una gran autonomía en lo concerniente a percepciones, tempos y sustancia. Distinto es -y veremos en qué queda el litigio- cuando los discrepantes ocupan sillones letrados y, a la par, son hacedores de palabros, creadores de estilos y progenitores de esas superventas que apuntalan los idiomas, singularidades ocasionalmente arrogantes, que suelen posar de chicos traviesos, sobrados, deslenguados o pioneros (recordemos, por ejemplo, la demanda -más eutanásica que eugenésica- en pro de la "Jubilación de la Ortografía", o el arranque cachondamente asincrónico de "Cabo de Trafalgar"), o autores que fueron siempre de petulantes, resabiados, difíciles o rebeldes por la vida (por tercer y último ejemplo -también extraído en honor debido a la tan lamentablemente amputada oferta del extinto Círculo de Lectores-, alardeando de "gramatiquerías" y autorreprochándose por ello, en las ultimísimas líneas de "Vida de Don Quijote y Sancho").
Nada nuevo bajo el sol, ahora que ya se pone ostentosamente todos los días en nuestros más constreñidos dominios. Así nos distraemos un poco de la que nos está cayendo mientras tanto.
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