Sanidad asturiana, un breve análisis superficial
Recientemente hemos escuchado a nuestro presidente D. Adrián Barbón defender la gestión de los recursos humanos en el SESPA e incluso invitar a aquellos sanitarios que trabajan fuera de nuestra región a disfrutar de la bonanza de nuestras condiciones laborales. A su vez, el consejero de Salud considera bulos malintencionados aquellas informaciones que ponen de manifiesto aspectos negativos en el sistema de salud asturiano.
Ignoro si tales afirmaciones fueron fruto de su desconocimiento de la realidad en los puestos de trabajo, al menos los de Enfermería, tal vez motivada porque toda la información que le llega viene de aquellos que le dicen lo que quiere oír y le esconden los problemas que no pueden solucionar. Viendo la comparecencia del Sr. consejero, afirmando sin rubor que la sanidad asturiana va por el buen camino, la respuesta parece evidente.
El caso es que, en el SESPA al menos, el descontento de los miles de enfermeras que trabajan a diario es generalizado. Para muestra, las últimas manifestaciones del personal en los diferentes hospitales asturianos. En ellas se les puede ver pidiendo una mejora en la gestión de los recursos humanos, el respeto a sus derechos como trabajadoras e incluso quejas sobre un trato que el propio Sr. Barbón calificaría, sin dudarlo, de insultante.
Tal vez convenga remontarse a principios de siglo, con la crisis económica de 2008. Es ahí cuando la pérdida de poder adquisitivo y demás recortes en sanidad comenzaron a aplicarse, y a normalizarse como algo necesario, incluso sin medir los resultados en salud. Sin embargo, aún había personal suficiente puesto que las listas de demandantes de empleo en sanidad seguían llenas de aspirantes a un contrato. Más de mil trabajadores del HUCA firmando un documento sobre la imperiosa necesidad de que se les trate con el respeto que se merecen no parece el resultado de un calentón, sino más bien de ir aguantando desprecios años y años hasta que se ha llegado al hartazgo de las palabras huecas y "más de lo mismo" (e incluso cada vez peor).
Posteriormente se aumentó la jornada laboral de 35 a 37,5 horas semanales. Esto, entre otras cuestiones, desembocó, ya en 2012, en la huelga y encierro en la sede del SESPA por parte de los delegados sindicales. No de todos, sino de los sindicatos SATSE, USAE, USIPA, SICEPA, UGT y CCO O, ya que el SIMPA no consideró oportuno esta última acción.
Por otro lado, en 2007 y por medio de otra huelga, se había puesto en marcha la carrera y desarrollo profesionales, aunque de forma parcial puesto que solo se aplicaba a una parte del personal. Este incentivo se paralizó, junto con su cuantía y la de la paga extra, en 2011.
En 2016 comenzó la reapertura parcial de la carrera profesional, que a día de hoy sigue sin permitir al personal recuperar los más de 10 años perdidos con los recortes.
La jornada laboral de 35 horas se recuperó en 2019. Aquí ya había una diferencia con respecto a la época anterior, comenzaba a vislumbrarse una escasez de profesionales, especialmente enfermeras y algunas especialidades médicas.
Volviendo al presente y mirando al futuro, durante los próximos 10 años se jubilará casi la cuarta parte de la plantilla actual del SNS. La escasez es, por tanto, generalizada. Hemos de señalar, además, que hoy en día el arraigo a la tierra es menor ya que las distancias se han acortado en tiempo, y tanto las nuevas tecnologías como una mejor formación en idiomas han minimizado las dificultades para poder emigrar a otras partes. La reputación de las enfermeras españolas es excelente y su emancipación del hogar familiar muchas veces pasa por un contrato estable que aquí no aspiran a obtener. En Asturias la plantilla orgánica del SESPA es cercana a las 5.000 enfermeras, en el ERA apenas 125. Se prevé la jubilación de 200 enfermeras al año solo por motivos de edad obligatoria de jubilación. No se calculan las jubilaciones anticipadas ni por otros motivos, que son bastante frecuentes porque el personal llega agotado a su ocaso laboral.
Es evidente que el actual Plan de Ordenación de Recursos Humanos (de 2009) de la Consejería de Salud se ha visto desbordado. Ignoro si hay otro plan más actual o alguno alternativo. Lamentablemente parece que no.
A su vez, las plazas de alumnos en las facultades para estudiar Enfermería siguen siendo insuficientes para paliar este déficit que, partiendo de un problema estructural al tener menor ratio enfermera/pacientes que otras comunidades o países, no ha hecho otra cosa que agravarse.
En demografía se pueden hacer previsiones con cierta precisión, salvo acontecimientos como la pandemia o la guerra. Estamos ahora jubilando a la generación del “baby boom”, y esta situación durará cerca de 20 años. Formar a una enfermera lleva como mínimo 4 años, si bien es cierto que muchas graduadas no se incorporan al mercado laboral puesto que prefieren seguir su formación vía EIR (2 años), decantarse por hacer un doctorado o compaginar pequeños intervalos de trabajo ocasional con su formación en máster, investigación y otros incentivos para una mejor posición como aspirante a un puesto estable, a sabiendas de que serán contratadas cuando deseen ante la falta de demandantes en las bolsas de empleo.
La coordinación entre universidades y sistemas de salud para paliar esta situación es nula. Una carrera con una de las mayores notas de corte en la EBAU, es decir, con enorme demanda y excelentes perspectivas laborales, sigue proporcionando un número insuficiente de enfermeras al SNS. En Asturias, esta cantidad es aún más deficiente, de las que menos alumnas tiene por habitante. Para formar a más enfermeras, las universidades exigen más recursos, es decir, más dinero para profesores, para espacios de formación, ya que las matrículas cubren una pequeña parte de los costes que genera el alumnado. Varias autonomías han comenzado a incrementar su oferta de plazas. Asturias no está entre ellas. Lógicamente, al gasto de lo que cuesta un estudiante hay que añadirle los salarios de los profesionales durante su residencia. Si esa fuerte inversión no retorna en médicos y enfermeras que ejerzan en la región, es gastar el dinero propio para que otros se los lleven gratis por el mero hecho de ofrecer mejores condiciones laborales.
Desde la Conferencia Nacional de Decanos de Enfermería se incide en indagar los motivos por los que las enfermeras abandonan los sistemas de salud. Invita a valorar los tipos de contrato que se les ofrece o qué reconocimiento reciben, tanto profesional como salarial, antes de emprender un incremento de plazas en el grado.
Tenemos, por tanto, que, donde había falta de enfermeras, ahora hacen falta más, y la situación será cada vez peor debido a una mala previsión.
Las severas advertencias de sindicatos y Colegio de Enfermería han sido obviadas:
En tres años, en Asturias habrá un déficit superior a las 200 enfermeras, advertía hace poco el CODEPA. Añadía además que entre 2015 y 2020 habían emigrado más de 200 enfermeras a trabajar fuera de Asturias.
En el lado de los médicos la perspectiva es similar, al menos con la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria. Del total de plazas ofertadas en 2022 para hacer esta especialidad en Asturias, casi el 20% se quedaron sin cubrir. Es decir, no habrá esos especialistas porque nadie quiso formarse aquí. A nivel nacional los datos, aunque dispares, siguen un patrón similar: la especialidad de médico de familia no logra ni tan siquiera que se ocupen todas las plazas. No es, por tanto, un problema de oferta, como parecen justificar los políticos tirándose los trastos a la cabeza sobre quién oferta más plazas o quién las recortó más. El problema es, sobre todo, de demanda: se trata de un trabajo que no gusta a los médicos. Tal vez tenga que ver el papel del médico de familia en el sistema sanitario actual, que, lejos de tener un papel central en el proceso sanitario, ha quedado como algo periférico con respecto al hospital, por desgracia, el actual motor de la asistencia sanitaria. Ni las condiciones laborales, ni la carga de trabajo, ni, sobre todo, el rol que ocupa el médico en el centro de salud parecen ser estimulantes para las generaciones actuales. Los centros de salud se están convirtiendo poco a poco en consultorios, a veces solo telefónicos, y los usuarios empiezan cada vez más a ser clientes de unas urgencias hospitalarias cada vez con mayor carga asistencial. Parece un chiste fácil renombrar al centro de salud como periferia de salud, tal es la fuerza del hospitalocentrismo en la actualidad, al menos en el SESPA.
El 72% de los médicos que están realizando la formación MIR en Asturias son mujeres. Por el contrario, más del 66% de los médicos que se jubilan son varones. Como podemos comprender, la medicina es una profesión cada vez más femenina. En Enfermería esto siempre ha sido una realidad.
La feminización de las profesiones sanitarias no es un asunto menor, porque son las mujeres las responsables de la natalidad, algo que en Asturias no deja de descender de forma alarmante y tal vez de un modo irreversible. No debemos perder de vista la implosión demográfica en la que está sumergida nuestra región, que ya ha perdido el millón de habitantes.
La cuestión es que, si uno de los mayores colectivos de trabajadores en la actualidad como es el de los profesionales de sanidad, que hemos visto que está formado mayoritariamente por mujeres, tiene evidentes problemas para poder conciliar su vida laboral y familiar, de poco sirven las rimbombantes políticas del reto demográfico. ¿Para qué tener hijos si luego no puedes estar con ellos porque no tienes descansos, permisos o no te conceden la reducción de jornada en tu puesto de trabajo?
Vamos sumando ingredientes para comprender la situación actual: escasez de profesionales, condiciones laborales poco atractivas, falta de flexibilidad y facilidades para conciliar vida laboral y familiar, mala previsión de jubilaciones, mala gestión de los recursos humanos en sanidad, aumento de la carga de trabajo debido a la escasez y mala gestión..., todo ello hace que se convierta en un círculo vicioso del que es difícil salir si uno mira (y proyecta) solamente a corto plazo.
Las enfermeras estamos acostumbradas a que se soslayen las propuestas de nuestros representantes. Las numerosas aportaciones a nuevas leyes, o a reformas normativas, realizadas por el CODEPA apenas han sido tenidas en cuenta y de un modo muy residual. Durante la crisis covid-19 se les hicieron varios ofrecimientos a la Consejería de Salud y al SESPA, llegando a ofrecer recursos humanos y materiales de forma altruista. No se obtuvo respuesta. Se contrataban enfermeras jubiladas y se abonaba a personal seleccionado de forma opaca para administrar vacunas mientras el CODEPA había puesto a disposición del SESPA un listado de cientos de enfermeras dispuestas a realizarlo gratuitamente.
Parece que la crisis del covid-19 (esa en la que las enfermeras sufrimos unas condiciones de trabajo brutales, sin medios y expuestas a contagios que provocaron que fuera el colectivo con mayor tasa de infectados) lo justifica todo, el presente y el pasado, además de servir de pasaporte hacia unos resultados que, siendo malos, significan un avance respecto a los peores momentos de la pandemia. Sin embargo, como hemos señalado, los problemas ya estaban presentes antes y la crisis no ha hecho otra cosa que agravarlos. Seguir con los mismos modelos de gestión no parece la mejor solución.
Por mucho que los políticos se tiren los trastos a la cabeza, la sanidad privada tiene su función y su razón de ser. Otra cosa es tener unas listas de espera desbocadas o una Atención Primaria muy necesitada de reforma. En menos de un lustro los seguros privados se han disparado casi un 30% en Asturias. Esto trae también alguna cuestión que veremos cómo se resuelve: recientemente hemos tenido noticas de la llegada de un nuevo agente asistencial en Asturias, el hospital que la corporación Quirón tiene previsto inaugurar a corto plazo. El asunto de la escasez de profesionales no es menor para un centro de esta envergadura. Si no hay enfermeras en la bolsa de empleo, ni existe posibilidad de compatibilizar el ejercicio en diferentes ámbitos, ¿con qué profesionales va a poder contar este hospital? ¿Los va a traer de fuera de la región? ¿Se los va a arrebatar al sistema público con mejores condiciones? ¿Qué efectos va a tener sobre unas plantillas deficitarias en el SESPA? Y, sobre todo, ¿cómo afectará a esas otras empresas del ámbito sociosanitario, incluso públicas, que ahora apenas encuentran enfermeras?
Si nos basamos en el pasado y en el presente, Asturias apenas legisla, ya que se basta con las leyes nacionales y es de las últimas en hacer leyes autonómicas. Hasta ahora, la Administración lo único que ha hecho con la incompatibilidad del ejercicio público-privado es mirar hacia otro lado, como si ignorando un problema este dejara de existir.
Me consta que el CODEPA lleva años solicitando que, al igual que otras autonomías, se permita la compatibilidad del ejercicio profesional en diferentes ámbitos. Esto posibilitaría que se simultanearan empleos en la sanidad pública y privada, en ambas direcciones, lo que implica aumentar la oferta de profesionales, que como hemos visto es muy deficitaria.
La realidad de la escasez de enfermería en el SESPA es palpable, pero en otros ámbitos públicos como el ERA o en la sanidad privada es un auténtico drama. Hemos de señalar que solo los médicos tienen esa posibilidad, y que además a ellos se les remunera un complemento cuando no ejercen en la sanidad privada. A las enfermeras ni se les permite ni se les paga. Además, se les dice que como no hay personal que se aguanten y asuman una merma de sus derechos y un aumento de sus cargas de trabajo. ¿Alguien entiende que a un profesional que ha estudiado una carrera y aprobado una oposición se le impida disfrutar sus vacaciones en periodo estival? Lógicamente, cualquiera con un poco de sentido común se busca otro empleo. Así volvemos al círculo vicioso de que no hay profesionales y los pocos que hay no desean lo que sufren sus compañeros, así que se buscan otros destinos.
Curiosamente, el fenómeno de atraer profesionales tuvo lugar de forma significativa y por última vez hace diez años. Entonces se acordó, por parte de casi todos los sindicatos, establecer que aquellos demandantes de empleo que tuvieran el título de Enfermera Especialista en Enfermería Familiar y Comunitaria tendrían preferencia para ser contratados frente al resto de sus compañeros. Así se dio el curioso caso de que las enfermeras, que habían formado a muchos de esos especialistas, se quedaron marginadas en el acceso a contratos estables, que fueron masivamente firmados por especialistas que vinieron de todas las partes de España. Los contratos que estos rechazaban, por ser de mucha menor duración o peores condiciones, se le ofrecían al resto de enfermeras, que, para mayor agravio, no podían siquiera acceder a la vía excepcional de la especialidad (esta se resolvió en 2022, después de más de quince años inexplicablemente paralizada).
Con las nuevas plazas por concurso de méritos es de prever que obtengan plaza fija aquellos que llegaron a Asturias atraídos por un contrato de interinidad del que aún disfrutan. Ahora está por ver si esa población se fija y permanece en nuestra región o se traslada con su plaza a sus lugares de origen.
El corralito en que se ha convertido actualmente la enfermería en Atención Primaria en el SESPA es digno de estudio. A todo lo que ya hemos mencionado hay que añadir que el pacto de traslados del SESPA, suscrito por casi todas las organizaciones sindicales en 2018, significa un cheque en blanco para que la Administración oferte las plazas que estime oportunas sin negociar con nadie. El resultado es que, desde que se puso en marcha, apenas han salido plazas de Atención Primaria. En el último proceso, solamente 13 plazas fueron ofertadas en todo el SESPA. 25 en todo el año 2022. Por eso llama especialmente la atención noticias de que hay centros de salud sin personal. La solución es tan simple como efectiva: si el SESPA oferta esas plazas a concurso de traslados, se cubren inmediatamente. El motivo de que no se haga tal vez deban responderlo otros. Mientras tanto, los usuarios y profesionales seguiremos sufriendo las consecuencias de este tipo de gestión.
También se han improvisado soluciones a nivel nacional, como el incentivar el retraso en la jubilación de profesionales cobrando a la vez la casi totalidad del importe de la pensión de jubilación (que sube con el IPC) conjuntamente con su nómina como empleado (que, por otra parte, es mayor cuanta más antigüedad se adquiere). Es decir, dinero hay, lo que no hay es una buena gestión del mismo. Si esto fuera dinero que ponen de sus bolsillos unos empresarios o particulares, nada habría que objetar. El problema es que todo esto, y mucho más, se hace gestionando dinero de todos los contribuyentes. Así que la apresurada toma de decisiones y proyectos a corto plazo, tan frecuentes en política, no parece que sea el mejor camino que se debe seguir para solucionar los actuales problemas en sanidad.
Como hemos señalado la situación actual presenta diferencias importantes con respecto a otras crisis. Así, a la crisis covid que en España tuvo lugar entre los años 2020 y 2022, se sumó la crisis de la guerra Ucrania junto con la de la crisis energética. Estos últimos años la inflación media anual ha pasado de tener valores cercanos a 0 e incluso negativos en 2009 hasta el 3% del 2021 o el 8,4% del año pasado. Los tipos de interés, el famoso euríbor tan empleado en las hipotecas, inició en 2022 una escalada que ha encarecido la cuota de las hipotecas un 50%. No se vislumbra en el horizonte una estabilización de los tipos de interés, más bien al contrario.
Si volvemos la vista atrás, los recortes salariales de la crisis económica de 2008, recordemos que con una inflación negativa no se han revertido, y además las condiciones económicas hemos visto que son muy distintas a las de aquellos años... Como dirían los hermanos Marx, más madera.
Podemos entender que si antes había crisis económica y exceso de profesionales (había disponibilidad de demandantes en las bolsas de empleo en sanidad) ahora la crisis económica persiste (más agudizada por la inflación y los tipos de interés disparados), pero lo que ha cambiado es que no hay profesionales en la cola del paro, sino que literalmente los diferentes entes y empresas compiten entre sí por sus servicios. Y el horizonte no parece que vaya a cambiar a medio plazo, seguirá habiendo mayor número de jubilaciones (las de la generación “baby boom”, que finalizarán hacia el año 2045) que profesionales egresados de los centros de formación. Lógicamente, se comprende que no acepten las pésimas condiciones laborales que se les ofrece actualmente. Hace décadas era un "lo tomas o lo dejas, tengo cientos esperando el contrato que tú rechazas". Ahora es lo contrario: "¿Qué me ofreces? Porque si no me interesa me voy a otro sitio, que tengo varias opciones". Ya no hay un enorme desempleo en sanidad que facilite la aceptación de malas condiciones laborales o pérdida de poder adquisitivo con una inflación e intereses galopantes.
Si la dirección de gestión de los recursos humanos en sanidad sigue siendo la misma que hace 20 años, y en el SESPA así es, se comete el error de creer que estamos como en otras épocas de crisis, de las que se salió sin modificar el estilo de gestión, y que así será en esta ocasión.
Por eso una pregunta surge entre profesionales y usuarios: ¿quién cuida a los que cuidan? Parece que ni los directivos, ni los responsables, ni los representantes, ni los mandos intermedios, ni los poderes públicos tienen gran interés en cambiar esta situación. Más bien al contrario. Los datos, las decisiones y los proyectos van en la misma dirección que llevan apuntado desde hace décadas. La realidad ha cambiado, pero algunos parecen no darse cuenta, siguen pensando y gestionando como en los años 90.
El futuro no es precisamente halagüeño. Aquellos que proclaman que tenemos la mejor sanidad del mundo tal vez se hayan dejado asombrar por titulares que miden solamente unos pocos parámetros. La sanidad española es buena, muy buena. Tanto como la del resto de países tan avanzados como el nuestro. Si de verdad queremos un sistema de calidad debemos orientar los esfuerzos a dotar la atención primaria, la promoción de la salud y la prevención de enfermedades, de un verdadero papel central en la sanidad. Dotar a los profesionales de una estabilidad y condiciones laborales mucho mejores que las actuales, no solo en términos económicos (que son, obviamente, ineludibles) sino de conciliación, autonomía y liderazgo, así como el implementar mecanismos de flexibilidad en la gestión de recursos humanos, lejos de la jerarquización y ausencia de diálogo actuales, son acciones que deben acometerse de un modo tan urgente como necesario. Si de verdad la apuesta es por una sanidad pública de calidad, la gestión de los recursos humanos ha de basarse en criterios racionales, equitativos, públicos y transparentes; en definitiva, han de seguir unos estándares acordes a la calidad que se busca.
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