De buena fuente

18 de Noviembre del 2010 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

El Papa es un señor muy mayor, podíamos leer en La visita de Benedicto, en LA NUEVA ESPAÑA del 17.11.10. Una inocente modalidad de sinécdoque, la que toma la causa (la edad) por los efectos (los estragos que produce). Como si dijéramos que con sus años ya ta tontín, el probe, algo gagá; o con más modernidad, que está pa-llá. Es cierto que una persona con 84 años va siendo realmente mayor, pero la verdad del dato no tapa la mano que tira la piedra. Cuando a un negro se le llama negro; o a un homosexual, gay; o a un judío, judío; o a una señorita, señorita, se incurre, según el caso, en racismo, homofobia, antisemitismo o machismo (pregúntenle, si no, a la señorita Trini). Además la suite del texto no deja lugar a duda: un señor muy mayor que llevan de aquí para allí y a quien, a estas alturas, no dudo que otros señores le dictan lo que tiene que decir en cada circunstancia.

Fuera de España respetan en el Papa Ratzinger a un líder espiritual de temperamento moderado y reconocen en él a un intelectual de extraordinario prestigio, basado en una obra diáfana y bellamente escrita, fruto de una inteligencia poderosa servida por una tenacidad en el trabajo muy por encima de la medida común. Aquí, una izquierda fóbica se obstina en presentarlo como una especie de pelele entre cómico y patético.

Es un error seguir hablando de la hegemonía moral de la izquierda cuando lo que esta practica es un monopolio sin concesiones; y así ocurre lo que ocurre: que el que lo tiene todo deja poco para repartir a los demás. Para listos ya tienen ellos a Caldera, ese mocetón tan inteligente. Tan inteligente que le puso Zapatero un tanque de pensar para él solo y se le paga solo para que piense. Y metido allí, se pasa los días en turbio y las noches en claro, cavilando sobre las modalidades de un porvenir radiante para los españoles. Qué premonitorio Umbral cuando se refería a este think-tank de Ciudad Rodrigo con las palabras tan castizas de Quevedo: en una de fregar cayó, caldera. Guerra también era muy listo y además gracioso y procuró años de regocijo a esta izquierda de cachondeo; pero los años no perdonan ni a los progres y ahora sale por ahí llamando señoritas a las señoritas.

-No merece la pena remontar a la Inquisición, ni a los años 30 de Ratzinger, prosigue nuestra autora, que practica también la preterición, esa figura tan ciceroniana y cervantina, que consiste en decir de eso no vamos a hablar (con lo cual ya queda dicho). Se toma pues la pena de remontar a lo años 30 e incluso hasta la Inquisición, que cae un poco más arriba; y sin bajarse del remonte, encaramada en la tele-silla desde la que se incapacita al Papa y ya metidos en gastos se pone en entredicho la historia de la Iglesia en su conjunto, deja caer dos últimos datos objetivos: el de las cuatro monjitas en el interior y la declaración del fan en el exterior. Sorprende que no cite las fuentes; sobre todo cuando los datos apuntan a que vienen de Buenafuente. Por lo demás, a ella ni fu, ni fa. Menos mal. Que si llega a ser fu o fa, esta mujer moviliza la Brunete.

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