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Caso 11M: obertura para la deconstrucción de una nación

10 de Marzo del 2023 - Ana M. Velasco Plaza (Oviedo)

Tal día como hoy hace 19 años, en la mañana del jueves 11 de marzo de 2004, tres días antes de unas elecciones generales, estallaron varios artefactos explosivos en cuatro trenes en Madrid, resultando asesinadas 193 personas, 2.057 heridas y mutiladas e incontables con profundos traumas psicológicos como consecuencia de las imágenes dantescas vividas.

El tiempo desde entonces transcurrido ha hecho que, para la mayor parte de los españoles, se haya convertido en algo tan lejano que hasta les parezca anacrónica su mención, ya que no hay nada mejor para la supervivencia que el olvido cuando de hechos de este cariz se trata. Para otra gran parte de ciudadanos, bien por su corta edad o porque aún no habían nacido, hará que lo perciban como un hecho histórico más, ajeno a su realidad presente. Actitudes completamente equívocas, ya que las consecuencias del mismo las estamos sufriendo hoy.

Porque lo cierto es que el que fuera el mayor y más sangriento atentado de la historia en nuestra nación fue seguido de inmediato por la indignidad más flagrante de prácticamente todas las instituciones, medios y partidos políticos, que -consciente o inconscientemente, calculadores sobrepasados u oportunistas- se pusieron con celeridad al servicio de la verdadera finalidad de la masacre, que no era otra que inducir y propiciar el cambio de régimen del 78. Finalidad que algunos fueron incapaces de ocultar el mismo día de la masacre: "Esto merece una reflexión sobre la política antiterrorista, sobre el futuro" -declaraciones en la SER, la mañana del 11M, de Jonan Fernández, miembro del grupo abertzale Elkarri; o: "El tiempo nuevo, un cambio de página, esta vez tiene que ser posible con una política mayor", Iñaki Gabilondo, 11.35 horas del 11M.

Con este caldo de cultivo de muerte y pánico, cocinado con precisión de expertos dentro y fuera de nuestra nación y servido hábilmente a los ciudadanos contra el Gobierno del PP mediante el instrumento más propicio de "queremos saber la verdad", se cumplió el objetivo primero y fundamental para poder llevar a cabo un primer paso mediante un cambio propicio de gobierno.

Para afianzar la marcha del proyecto fue necesario que toda la investigación en torno al atentado fuera dirigida en contra de saber la verdad. Para ello el propio Gobierno en funciones del PP, en un procedimiento absolutamente irregular, tardó apenas cuatro días en ordenar la destrucción de todos los trenes implicados en las explosiones, así como la de todos los efectos personales de las víctimas. Eliminadas las pruebas del arma homicida, se inició un esperpéntico proceso -entre casuales apagones de cámaras de vigilancia en momentos críticos- del análisis de insignificantes muestras milagrosamente encontradas, en los que se dictaminó la falsa presencia del explosivo convenido para consolidar el engaño. La cascada de pruebas falsas, de bulos de terroristas suicidas, culminó con la aparición de una mochila fantasma que, no estando preparada para estallar, sí lo estaba para conducir a unos supuestos autores materiales del atentado, y ello a pesar de contener metralla, no encontrada en ninguno de los cuerpos de las víctimas. Presuntos suicidados fueron designados como autores materiales del crimen tras esperpénticas actuaciones policiales, a los cuales no se les practicaron las autopsias preceptivas vulnerando los protocolos de la ley de enjuiciamiento criminal.

Fue imprescindible una justicia sometida al poder fáctico como culminación de los despropósitos, con una instrucción funesta, colaborando en la ocultación de la verdad, admitiendo declaraciones de imputados por falso testimonio, los cuales fueron posteriormente condecorados con la Medalla al Mérito Civil por el que sería el siguiente Gobierno del PP en la alternancia electoral. Ello culminó con una sentencia peregrina, sin autores intelectuales -"No lo hemos indagado, yo no lo he indagado. ¿Quién le da las ideas de atentar así? Pues no lo sé" (palabras del juez instructor, 7-3-2014)- y con autores materiales suicidados o señalados por los testigos imputados por falso testimonio o por falsas pruebas de la falsa mochila de Vallecas. Pero, según el juez Gómez Bermúdez, que presidió el tribunal del 11M, los ciudadanos necesitábamos su proteccionismo ya que "hay cosas tan graves en el 11M que por ahora es mejor que no se sepan".

Es más, no solo "por ahora", sino que a los organizadores nunca les convendrá que lo sepamos, ya que este atentado, en el contexto de una revolución de guante blanco, fue la llave particular que abrió las puertas a la desestructuración de España como nación, de la familia como entidad fundamental de una sociedad con valores cristianos y de la libertad del individuo, así como a otros excesos distópicos entonces impensables. Pero una vez que el engaño había suplantado con éxito a la verdad, que se había logrado el adocenamiento de la ciudadanía mediante la mentira, había que seguir progresando en la inoculación del miedo mediante otras amenazas y otras mentira, esta vez en forma de virus jamás aislado conducente a prolongados aislamientos forzosos inconstitucionales o a imposiciones de terapias experimentales en un nuevo ensayo de restricciones de libertades. Y, al igual que en los atentados, el mero hecho de plantear dudas razonables sobre los mismos, ahora hacerlo sobre el SARS-CoV-II o las "vacunas", ha sido y es objeto de señalamientos simplificadores y estigmatizadores por parte de muchos voceros, tachándolo de "conspiranoia".

Disgregación y caos primero para luego recomponer una sociedad adiestrada, domada, uniformizada, controlada y dependiente de estructuras paternalistas y tiránicas, capaces de todo si te sales del carril y no recuerdas el pasado salvo como te lo han escrito.

En esta nueva fase parecen estar empeñados a fondo prácticamente todos los partidos parlamentarios, salvo alguna honrosa excepción. Desde aquellos que, habiéndose cambiado de siglas al haber sido ilegalizados gracias a la ley de Partidos, han adquirido la categoría de socios del Gobierno de la nación que quieren destruir, pasando por el Partido Socialista, que, marcadamente radicalizado y amparándose en otros de esa naturaleza, preside el nuevo Gobierno encabezado por un personaje que, como empedernido ególatra y fiel siervo de sus amos, pone todo su empeño en ser el protagonista que alcance el objetivo final del proceso iniciado un 11M, y finalizando en un Partido Popular, simulacro del que alguna vez fue -o no-, y que, habiendo sido el que políticamente experimentó las consecuencias de aquel atentado, se ha sumado al proyecto diseñado para el que se produjo la masacre. ¡Qué increíblemente anacrónicas suenan ahora aquellas palabras pronunciadas por Aznar el 23-3-2004! "Hay gente muy interesada en que nos avergoncemos de no ser socialistas. En que seamos una opción consentida y tolerada solo si no pretende ser algo más que un satélite", o el 24-3-2004: "No debemos transmitir mensajes confusos, mensajes que hacen creer a la gente que tenemos que hacer concesiones a los que nos piden que nos arrodillemos ante sus bombas. Cuando los terroristas, con su mensaje de muerte y destrucción, han exigido que nos rindamos. Ceder ahora sería crear un precedente peligroso que permitiría creer a los que nos atacan que nos han impuesto sus condiciones. Permitiría a los agresores creer que han ganado". Era prioritario este aparente giro del "nuevo" PP para ser admitidos con honores en el club del Nuevo Orden Mundial o El Tiempo Nuevo, ya que sus paradas estratégicas de inactividad para llevar a cabo el proyecto -cuando relevaban al PSOE en el Gobierno-, aunque necesarias para mantener todo lo que el Gobierno anterior había conseguido, impedían el adecuado avance requerido para llegar con éxito a la fecha que la agenda marca.

De esta forma, después de 19 años de haberse perpetrado la mayor masacre en la historia de nuestra nación -con la finalidad de poner patas arriba el marco de convivencia creado por la Constitución del 1978, incluyendo la claudicación ante los independentistas, la degradación de todas las instituciones, la pérdida de la libertad individual y como nación soberana, junto al deterioro moral impuesto-, comprobamos que son ahora todos los partidos políticos de entonces los que con la ayuda de sus terminales mediáticas y todas las instituciones secuestradas por ellos mismos apoyan la finalidad para la que con gran probabilidad fueron diseñados, ejecutados y falsamente cerrados los atentados del 11M.

El año que viene el caso habrá prescrito. ¿Dejaremos triunfar a los criminales que asesinaron y destruyeron a nuestros compatriotas, alteraron el rumbo de nuestra Historia, mermaron nuestras libertades y nos conducen a la ruina moral y económica?

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