La estupidez del inclusismo feminoide
Enfrentarse al legado del pasado no quiere decir que debamos renegar de él y borrarlo todo de un plumazo. Se avanza gracias a ir puliendo y mejorando por nuestras experiencias.
No se puede digerir y juzgar el pasado con ojos del presente, ya que, entonces, debiéramos resetearnos por completo y no recordar nada desde el principio de los tiempos.
Pretender despreciar, eliminar o corregir obras de arte de antaño o modernas por sexismo es de paletas. ¿Qué hacemos con las canciones de Sabina y otros autores, por hablar de lo reciente? La cultura no se puede juzgar por rasgos machistas (entre otras cosas es ficción, aunque la realidad a veces la supere) y luego presumimos de lo creado por pueblos invasores que nos dejaron monumentos con legado inmortal (que seguro están impregnados en toda su construcción de esclavismo e imposición violenta) aún más machistas, violentos y salvajes que los cuentos de los que entresacan percepciones siniestras.
Corregir y pulir comportamientos posteriores no es revisar el acervo cultural para transformarlo en ideología moderna e impuesta.
Revisionar la cultura de la historia o la historia cultural no debe hacernos paletos y destruir todo su legado; películas, cuentos, chistes, parodias, cuadros, libros, canciones, poemas... son obras de ese tiempo, ponerles códigos morales con ojos de ahora es sabotear la creatividad que nos hizo crecer, progresar y desarrollarnos.
Lo políticamente correcto es destruir la imaginación y la libertad para imponer códigos morales cargados de prejuicios.
La ideología impuesta es catecismo puro y duro sea del tema que sea. Nada hay más deseado que lo prohibido o rescatado.
Volvemos a los tópicos, a crear reglas de autenticidad, lo que pretenden y están haciendo en algún país europeo (estas niñatas de Podemos lo copiarán todo) de revisión e interpretación de cuentos, libros y películas en pos de un adoctrinamiento inclusivo (o mejor exclusivo y excluyente) para destruir el clasicismo, hacernos a todos estúpidos y manipulados por puritanismo rancio y meticuloso. Puro catecismo.
Esa frase tan repetida de no "herir los sentimientos de los demás" es para imponer nuestras propias moralinas y adoctrinamientos en nombre del feminismo considerando generalizado el victimismo, el miedo, el temor, los prejuicios... Para no afrontar las cosas como son y convertirnos a todos en una especie de no me mires, no me digas y no me toques. Consistirá en imponer la autocensura al servicio de una sociedad melindrosa y acomplejada.
No sé quién decía "todo lo exagerado se vuelve irrelevante". Así es, exagerar bondades, verdades, violencias, directrices, leyes, normas, comportamientos... no lleva más que a huir de los mandamientos impuestos.
Ya se darían cuenta, hablo de la doctrina feminista actual, va directo a hacernos a todos imbéciles patológicos; Blancanieves, como cocinaba para los enanitos, alguien piensa en la retórica machista. Lo de príncipes azules, cuidado, es rebajar a la mujer y elevar al hombre. Lo de besar dormida a la bella es acoso, llamarla bella es piropo, el piropo es deseo impuro. Las esclavas negras de las películas hay que cambiarlas por blancos masculinos. La bella era maltratada por la bestia, caperucita intuyen que fue violada por el lobo... Miren hasta dónde llega la mente de estas degeneradas. Ven violencia machista y sexismo por los poros. Siempre queda la posibilidad de la creación inversa a ver si supera al original.
Que existan palabras como "gorda", "enanito" o "negro", por decir algunas que rechazan, no implica connotación insultante para nadie. Pues estas retorcidas feministas pretenden eliminar palabras y añadir otras que no recoge la RAE por, según dicen, llevar carga xenófoba, racista, sexista, machista...
Los prototipos de imposición es ponerles puertas al campo, a la libertad y creatividad. No se puede confundir un piropo con acoso, un chiste con homofobia, una película con machismo, un cuento con sexismo... Las personas debemos ser capaces de reírnos de todo, sin que implique reírse de nadie o despreciar a nadie.
En vez de coartar libertades, que suponen inmiscuirse en criterios e intimidades personales, debemos incidir en potenciar una educación donde predominen los valores: respeto, solidaridad, amabilidad, honradez, lealtad, fidelidad, empatía, bondad... Luego cada cual conformará su entorno y relaciones sin cortapisas de nadie, libre, con normas de convivencia sin más, sin esa pureza melindrosa que nos quieren imponer estas feministas acomplejadas.
Está claro, el lenguaje inclusivo es un conjunto de estrategias para evitar el uso del genérico masculino que estas feministas modernas ven con esa retorcida mente. No asumen que representa a ambos sexos por igual, con lo cual vamos camino de convertir el lenguaje en un galimatías, en una jeringonza exagerada y rebuscada.
Cada persona es un mundo con sus propias voluntades, gozos y sombras; pretender que todos tengan nuestros propios gustos y regustos es de pazguatas, por decir suavecito. Vivan y dejen vivir, sus preferencias no pueden imponerlas a los demás.
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