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Aprender a ser felices

14 de Marzo del 2023 - José María Casielles Aguadé

Viendo cómo han transcurrido y aún transcurren las cosas en Turquía, bueno será asentar nuestra exposición en cimientos sólidos que, en nuestro caso, no tendremos que acudir a la Geodinámica, pues solo pueden referirse a conceptos precisos y convincentes.

¿Qué debemos entender por ''felicidad"?

Pues quede bien claro que se trata de un estado de ánimo sosegado y continuo de paz y bien, que cada uno debe cultivar para sí, y desear y procurar para los demás, especialmente para los más próximos y abordables. La felicidad no se debe confundir con el "placer", que es un hito fugaz de satisfacción personal. La distinción resulta bien patente en aquellas circunstancias en las que el gusto propio llega a comprometer y enturbiar la felicidad ajena, como ocurre en todas las situaciones de abuso; así el ladrón se lucra a costa del daño que ocasiona al que es robado.

Sumario: Unos breves apuntes sobre un valor fundamental en nuestras vidas

Destacado: La felicidad propia requiere ser repartida y prodigada con los que nos acompañan, para que la grata aureola de su bienestar nos alcance a nosotros también en un disfrute común

Avanzando un poco más allá, comprenderemos que la felicidad propia requiere ser repartida y prodigada con los que nos acompañan, para que la grata aureola de su bienestar nos alcance a nosotros también en un disfrute común. Así se entiende plenamente el certero criterio de Aristóteles de que no puede existir verdadera felicidad sin bondad y dedicación a los que nos rodean. Dicho esto, resulta nítido que la felicidad es incompatible con el egoísmo, lo que explica el progresivo enfriamiento de la cordialidad y de la empatía que notamos en las actuales relaciones sociales, después de los duros distanciamientos impuestos por los tres años de la pandemia vírica pasada, que algunos estimamos produjo más daño psicológico que letal, que tampoco fue una broma.

Tal vez algún lector se pregunte si la felicidad puede ser materia de aprendizaje. Yo, como catedrático experimentado con casi cincuenta años de docencia, no tengo la menor duda en responder a esa pregunta afirmativamente, tras largas pruebas profesionales.

Recuerdo con sincera empatía que en las universidades chilenas a los profesores se nos llamaba "orientadores", y no se puede encontrar una denominación más adecuada, porque nuestra tarea esencial no es dogmatizar ni juzgar, sino la de iluminar al alumno, mostrándole ante cada problema soluciones alternativas, con pros y contras, para facilitar su libre elección.

Hay otro aspecto a tratar sobre la felicidad que merece la pena de ser considerado con atención. Es indudablemente cierto que la felicidad requiere unos mínimos equipamientos materiales, como los alimentos y la salud, y también es atinada la reflexión realista sobre las desgracias inesperadas, que justifican la opinión de que no se puede hablar de total felicidad en la vida hasta que no se ha llegado a las puertas de la muerte, como ya recogía Confucio hace dos mil quinientos años, y bien confirman algunos historiadores documentados; pero no es menos cierto que los sucesos -especialmente los negativos- han de ser examinados en el objetivo rigor de su propia naturaleza, y en nuestra interpretación. El primer matiz es irrebatible; el segundo es matizable por nuestra estimación personal. Es evidente que los hechos que nos afectan (por ejemplo una enfermedad) han de ser acatados; pero también es claro que, tras aceptarlos, pueden aliviarse o sedarse con distintos grados de tolerancia y paciencia, que está en nuestras manos administrar con el mejor sentido, y en nuestro propio bien. Este último -no lo olvidemos, a nuestro arbitrio- es otro valor fundamental para conseguir la felicidad en los más altos estadios posibles.

La receta definitiva es bien clara: La vida no es siempre fácil. Hay que experimentar, padecer, acatar e investigar, y si fuese preciso, aun en medio de la angustia, llegar a los bordes del sentido del humor. Así, entre las actuales necias, y hasta violentas, discrepancias de machismo y feminismo, hay una simplísima solución ideal: "Los hombres hemos de ser feministas, y las mujeres machistas"; de esa forma se acabarán las discusiones, y todos lo pasaremos estupendamente.

Muchísimas felicidades para todos.

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