Distancias
Vivo en un asilo y, como es de suponer, mi potencia es ya muy limitada, muchas cosas me superan infinitamente. Me resulta imposible amoldarme a muchas cosas. Aunque, por otra parte, voy aprendiendo de muchos compañeros a amoldarme y a sobrellevar con serenidad los momentos extraños y difíciles de comprender. Pero en mi retiro tengo ahora, por otra parte, todo el tiempo del mundo. Y en esta creencia, sigo leyendo el Quijote y la Biblia. No me gusta hacer pasar el tiempo, no hacer nada. Aunque las personas mayores eludimos los medios digitales con el peligro de perdernos lo que pasa en el mundo.
Y cuando escribo esto, me llama un ahijado desde Madrid. Es joven, y con un aluvión de información mal asimilada y poco organizada, creo. No estoy preparado para responderle a la mayoría de las cuestiones que me plantea. De hecho lo estaba pasando mal con quien tanto aprecio. Me saca del aprieto el compañero que me pide que le pregunte si el Negreira ese es el que hace años arbitró un nefasto Oviedo-Madrid. Él no lo sabe. Les prometo a los dos que se lo preguntaré a La NUEVA ESPAÑA. A veces las distancias se acortan.
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