Río
En esta columna no voy a hablar de Río como corriente de agua que fluye permanentemente y va a desembocar a un lago o a la mar.
“Río” es otro tema. Es el que me recibe cuando llego a casa, el que me mira con cara de pena cuando me marcho.
Es mi compañero de paseos de café, compartimos periódico y pincho. A la hora de comer siempre se pone a mi lado porque sabe que algo le va a caer...
Me conoce a la perfección y, cuando tengo un día malo, cuando me mira o me acaricia me hace olvidarme de los problemas.
Es fiel, leal, cariñoso y nunca pone una mala cara. Siempre que lo necesito ahí está. Hay sitios donde lamentablemente no puede ir conmigo, por eso estoy haciéndome selectivo en los lugares que frecuento para que pueda ir conmigo.
Desde que llegó a mi vida, me hizo cambiar mi visión sobre muchas cosas que antes no entendía, cosas que me resultaban raras, incluso innecesarias. No es mi mejor amigo. Es uno más de la familia. Antes éramos tres y ahora somos cuatro, y todo es mejor que cuando éramos tres.
“Río” es mi perro.
Solo los que tengáis perro entenderéis estas palabras, y a los que no las entendáis os recomiendo que añadáis un peludo a vuestra familia. Entonces sí. Entonces entenderéis estas palabras, esta columna.
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