Hemos perdido la fe
A pesar de lo vil y omnipresente que es la propaganda, el entrenamiento mental y el control, los ciudadanos percibimos, sabemos, que algo anda mal; nuestra intuición nos dice que hay un peligro en marcha.
Estamos en una guerra existencial contra una ideología global, totalitaria y colectivista y hemos perdido la fe en nuestros gobernantes. Suficientes personas están despiertas y saben lo que hay que hacer. El desafío es tener el coraje o la desesperación para detener la tiranía.
Los últimos tres años han laminado la salud pública, la confianza, la libertad, la propiedad privada, el individualismo, la privacidad, la seguridad y la ley. Todos esos conceptos han sido abolidos “manu militari”, por nuestros gobernantes.
Precisamente, sobre la esencia del buen gobierno le preguntó un discípulo a Confucio, a lo que respondió el Maestro: “Los requisitos del gobierno son que haya suficiente comida, suficiente equipo militar y la confianza del pueblo en sus gobernantes”.
El discípulo preguntó: “Si fuera necesario prescindir de uno de estos, ¿de cuál de los tres se prescindiría?”.
Confucio respondió: “El equipo militar”.
Insistió el discípulo: “Si fuera necesario prescindir de uno de los dos restantes, ¿de cuál debería prescindirse?”.
Confucio respondió: “Sepárate de la comida. La muerte siempre ha sido la suerte de los hombres; pero si la gente no tiene fe en sus gobernantes, entonces el estado no puede existir”.
En un sistema democrático, la mejor forma de todas las malas formas de gobierno que existen, el electorado selecciona a sus representantes con su voto, lo que significa que la gente debería estar básicamente contenta con las políticas que sigue el gobierno que ellos han elegido. ¿Cuándo fue la última vez que observamos algo así? Lo que ahora llaman practicar la democracia ¿es democracia?
La solución pasa por que este sistema funcione según lo previsto y nosotros, aunque asumimos que siempre existirán los codiciosos y los psicópatas, delegamos en nuestro gobierno la responsabilidad de proteger y representar a su pueblo, y no lo está haciendo.
Hemos perdido la fe.
Saludos cordiales.
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