La resaca de una soporífera moción
Como si hubiera despertado de una pesadilla, así me he levantado hoy tras haber soportado las dos interminables sesiones del esperpento que se ha organizado en las Cortes para decidir quién insultaba más y con menos gracia, una especie de concurso de dislates que se ha quedado desierto, como desierto está el panorama político de ideas y de buenas maneras.
Como si despertara de una morrocotuda borrachera, con un insoportable dolor de cabeza, así me he levantado, sin saber muy bien dónde estaba y me ha costado lo suyo reconocerme y recomponerme después de haber injerido una dosis de arengas mayor de lo soportable.
Pero la vida sigue y hay recuperarse y tener el cuerpo y la mente preparada para afrontar nuevas batallas dialécticas porque ya están a la vuelta de la esquina las elecciones, y con ellas las broncas, los insultos y las descalificaciones, la puesta en escena de un espectáculo, difícilmente digerible, interpretado por unos actores que se saben muy bien su papel pero no son conscientes de que suelen hacer el ridículo, con las debidas excepciones, que también las hay.
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