¿Por qué y para qué la moción?
Si ya antes de que se produjera la moción se sabía que no iba tener ninguna utilidad práctica, que no iba a servir para el fin con el que se ha concebido en la Constitución, que solo sería una innecesaria e improductiva pérdida de tiempo, que iba a generar una cascada de insultos y de descalificaciones más propias de otras épocas, y que no iba a interesar a la mayoría de la población, si ya se sabía todo esto, solo cabe preguntarse por qué, a pesar de todo, se ha puesto en marcha una moción que ha dejado en evidencia el funesto uso que los políticos hacen de las instituciones del Estado, hasta el punto de que uno de los pocos cauces oficiales que existen para poner contra las cuerdas al Gobierno de turno cuando este no esté funcionando como debería se acaba convirtiendo en una guerra dialéctica sin sentido.
A la vista de estos resultados, uno se pregunta también si ha servido para algo y la respuesta está en el resultado de la votación final, tan absurda como previsible.
Están corriendo ríos de tinta en torno a un esperpento que hemos vivido, lo que no dice mucho de los que se empeñan en utilizar las debilidades de la democracia en su propio beneficio y lleva a considerar si no deberían revisarse algunas normas para que no se pudieran manipular al antojo de algunos.
Una de ellas debería ser, sin duda, la de la moción de censura, que nos ha dejado con la boca abierta, de extrañeza, porque no hay quien entienda que se puedan dedicar dos días completos para que entre todos los políticos se tiren los trastos a la cabeza, con la cantidad de problemas serios que podrían debatirse en el tiempo que han empleado y que han perdido inútilmente.
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