Ediles y concejales
El día 15 de este mes de marzo, publicaba LA NUEVA ESPAÑA un artículo en el que se presentaba a los candidatos de un partido político para las próximas elecciones locales. La foto de los interesados estaba enmarcada en un fondo de color azul. Debajo, el nombre. Lo que puede sorprender al lector no es quiénes se presentan, sino el título que se adjudica a cada uno debajo de dicha foto: "Concejal, edil, concejala, edil".
Ese mismo lector se preguntará por qué usan “edil” y “concejal”. Si hoy significan lo mismo, no siempre fue así. El “edil” era una magistrado romano que tenía a su cargo, entre otros, el cuidado y limpieza de los templos, de donde derivan en español edi-ficio, edi-ficar, edi-ficación, edi-ficante… El término "edil" tiene, por lo menos, veinte siglos de existencia, mientras que su actual "concejal" peina canas aproximadamente desde el siglo X, lo que demuestra que no siempre fueron sinónimos. Al desaparecer "oficialmente" el mundo romano en el siglo V, fue buscando acomodo y se arrimó a "concejal", que deriva de "concilio", con el significado de "reunión". Hoy diríamos "sesión", que así se llaman las "reuniones" de la Corporación municipal. El artículo 141 de la Constitución Española habla de la elección de los "concejales", no de "concejalas".
El autor del artículo quizá quiso dar la tan traída y llevada "visibilidad" o "empoderamiento" a la candidata del grupo, añadiendo a "concejal" la chirriante "-a" que algunos creerán que es la más segura marca de género gramatical femenino. No todos los nombres que terminan en "-o" son masculinos ("la dinamo"), ni todos los que terminan en "-a" son femeninos ("el fantasma"). Por el medio quedan centenares de palabras con otras terminaciones cuya única marca de género es el artículo: el concejal, la concejal, el juez, la juez… ¿Qué hacemos con dolor, labor, merced, papel, bastón…? Pues ir a preguntar al artículo.
Parece más estético acudir a la Gramática que a los programas electorales.
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