Manuel y el sistema binario
Cada día recibimos una ración permanente de esperpentos y absurdos y cada vez más extravagantes, sin que seamos capaces de ver hasta dónde alcanza su límite.
No sé qué día de la semana pasada nos sobresaltaron los medios con la noticia de la quiebra del Silicon Valley Bank, que se extendió al banco Credit Suisse, porque "por si acoso" sus clientes empezaron a retirar fondos. Corrió la voz de que un directivo del banco, apuntándose a la moda de lo guay, moderno y chachi piruli que es mi banco, se dedicaba más a defender al colectivo LGTBIQ+ de su comunidad que a atender las de jefe de Programas Estratégicos de Ingeniería, apareciendo por la oficina cada mañana como Manuel o cómo María José, según quisiera marcar paquete o exhibir melones, luciendo una hermosa cabellera rubia y una empolvada cara de torta, según y con quién hubiera pasado la noche, porque dice él que es una persona no binaria, o sea, que se siente carne o pescado independientemente de que estemos o no en Cuaresma. Quién iba a pensar que el sistema de numeración binario que estudié en el Bachillerato -tan aséptico él- iba a terminar tan mal. Pienso que independientemente de la orientación sexual o lo contrario, según se mire, del mentado directivo, el problema grave es que su duda sexual permanente no se contagie al ámbito profesional y un día se levante creyendo que el dinero de los clientes es suyo.
No es difícil de suponer que algún cliente del banco, perteneciente al desgraciado grupo de los sin siglas a la moda, tras una consulta económica con elle, él hoy o mañana ella, obtuvo tan confuso asesoramiento ante la alternativa de comprar o vender tal activo financiero que optó mejor por subscribir un seguro de deceso, pensando que esta sociedad se va al carajo.
No creo que un banco pueda lucir orgulloso el premio de estar en la lista del "Bank of London Rainbow Honors" mientras entra en crisis por mala gestión, condena por corrupción y rescate financiero, por no estar a lo que se debe estar, o como se solía decir antes: no mezclar la velocidad con el tocino. Ya está bien del todo vale como elemento de campaña publicitaria, como el ecologismo o el tipo de alimentación, simulando falsos intereses carentes de verdaderos contenidos que solamente son pura fachada y confusión permanente.
Para terminar la semana, otro caso sorprendente, este de marrullería y picaresca propia del país. Un aspirante a policía local acude a las pruebas físicas y presenta un acta notarial con la solicitud de cambio de género, declarándose mujer. Tras discusiones y revuelos, los examinadores tuvieron que contemplar impasibles cómo Antonio o la supuesta Josefina, con una masa de pelo en pecho asomándole por la camiseta más poblada que la selva del Orinoco, lanzaba la bola de 3 kg en vez de la de 5 kg, ante el cabreo mutuo de los aspirantes femeninos y masculinos allí presentes. Como se han presentado reclamaciones, Antonio o la supuesta Josefina o al revés ha apelado a la justicia. A ver cómo termina el caso porque, supongamos que la ley le da la razón, consigue la plaza y después se desdice y presenta otra acta notarial diciendo que lo ha pensado mejor y quiere seguir siendo Antonio.
Vaya lío con lo del género que ha introducido la ley de igualdad, con lo fácil de entender que era. Antes entrabas en una tienda comprabas el género que querías, como algodón, muselina, o mezcla de algodón y poliéster, y si no te gustaba, te lo cambiaban sin más ni más. Vamos para atrás.
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