La ilusión que no duerme
Es la de un maestro o maestra.
Era un día cualquiera cuando entré por primera vez en un aula y terminó siendo un día clave en mi vida y por ende en mi profesión. Esa sensación que cualquiera de nosotros experimentamos cada vez que estamos con un grupo de alumnos te llena la vida y el alma.
Te lleva a comprometerte con ellos, con los que aún no conoces y sobre todo contigo mismo.
Decidí continuar por la vía pública y opositar. ¿Qué mejor ejemplo de esfuerzo y tesón que las oposiciones? ¿Qué mejor plan de vida que conseguir un puesto de trabajo fijo en lo que te gusta hacer para así seguir creciendo?
Pasado el tiempo y tras algún que otro intento en los diferentes procesos selectivos, escuchas: ''Algún día lo sacarás''. Esa oración que busca ser alentadora no es más que una frase comodín enmarcada en un tiempo inexacto y vacío. Y lo peor de todo es que es cierta.
El proceso selectivo ha llegado a carecer de sentido alguno.
La educación, algo tan indudablemente importante para una sociedad, es una de las mayores cartas de la política. Quienes estamos dentro lo sabemos.
Mareados y abrumados por los cambios legislativos que prometen a golpe de titular hacer de los más jóvenes seres competentes, hacen que la ilusión que no duerme pegue alguna que otra cabezadita.
Cuando siento que la ilusión se echa una siesta, me despierto y veo con total claridad el escenario que tenemos enfrente, lleno de guiones vacíos y personajes que sin haberse estudiado su papel juegan a ver quién es el protagonista. Guiones vacíos porque las palabras ya no tienen significado, ni significante, desde que la palabra "maestro" es ninguneada por la de "docente", que suena más.
Obra tras obra la ilusión no despierta.
Y es que tan peligroso es jugar con la ilusión de un niño como con la de un maestro, el cual puede abrir camino y dar luz al más apagado de la clase.
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