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Gaspar vive y su lucha seguirá

29 de Marzo del 2023 - Javier Arjona (Siero)

Gaspar vive, en la memoria asturiana y nicaragüense, y su lucha sigue.

Conocíamos de los ataques a Gaspar García Laviana, soterrados a medias, por parte de algunos ultras en alguna parroquia langreana, tratando de atemorizar a párrocos y feligreses, y suponíamos que no había unanimidad sobre la trascendencia y ejemplaridad del cura guerrillero de la cuenca minera, de la misma manera que han sido cotidianos los “contrastes de pareceres” con el obispado asturiano.

Sin embargo, lo que la señora Mery desde Avilés cuestiona en su misiva en LNE, razonable y prudentemente esbozado, es la veteranía de quienes “militan” en el bando de la defensa de los valores de Gaspar, así como la trascendencia en calles, plazas y documentales, de su legado o simplemente su nombre.

De su propio peso cae que haya gente mayor si hablamos de una muerte acaecida hace 45 años, y en todo caso entre los “antiguos” valores morales está el respeto a la ancianidad.

Oportuno es, sin embargo, el debate sobre la paz y la guerra, y la violencia implícita.

Para ello la gente creyente en religiones, incluida la católica de Gaspar, tienen asideros en sus escrituras y profetas.

En el campo laico la propia declaración universal de los Derechos Humanos establece el derecho a la rebelión.

Y esa es la que practicaron todos los que se rebelaron contra tiranías, incluyendo a curas y laicos que en nuestra tierra rechazaron, con violencia, a los invasores franceses de 1808 (y según algunos historiadores, seguramente que exagerados, “inventaron” aquello de las guerrillas).

La orden del Sagrado Corazón era a la que pertenecía Gaspar. A su provincial, es decir, a su jefe, le oímos en directo expresar en una Casa de Cultura de Langreo que jamás jamás se les había ocurrido a nadie en aquella orden religiosa cuestionar el camino de Gaspar, ni contraponer ninguna acción de cuestionamiento a su decisión.

Gente más papista que el papa la hay en abundancia.

Importante es situarse en “el terreno” y las circunstancias en las que el cura misionero Gaspar, en la Nicaragua de la dictadura somocista, tras aguantar de todo, en cuanto a prostitución infantil como negocio de los militares, en cuanto a indefensión absoluta del campesinado empobrecido, en cuanto a las violencias de los propios robos del régimen de las ayudas enviadas por Franco para el terremoto de Managua (como está ampliamente documentado en los poemas y textos que Gaspar ha dejado para la posteridad), le indujeron a tomar la decisión guerrillera.

Y la decisión guerrillera, que en el caso de Nicaragua implicaba a la mayoría de sus feligreses, pues la rebelión nica es de las de más alta participación cristiana, es también una opción de acompañamiento a los suyos, es una decisión en cierto modo comunitaria, no individualista.

Otros curas asturianos, como el fallecido Chepe Álvarez Lobo, que dedicaron decenas de años de su vida a la educación popular en Nicaragua (que tuvo el honor y mérito de compartir con Gaspar en Costa Rica su último día de Santa Bárbara, previo a su muerte en combate a la dictadura) y que no optaron por el mismo camino que Gaspar, han valorado amplia y analíticamente el ejemplo de Gaspar, sin restarle un ápice a su invaluable lucha contra la tiranía y la desigualdad atroz.

Pero, en ese mismo ámbito de los creyentes, sin duda ha quedado por siempre como referente y consideración el poema de un obispo, en Brasil, Pere Casaldáliga, ahora también fallecido de viejito, “Gaspar, hermano mío…”, que aconsejamos volver a disfrutar, por su belleza y su contenido.

Como un vuelo cortado por la muerte

Igual que un crucifijo en carne viva,

Como un abrazo extremo, que me llama,

Me ha cercado tu nombre,

Gaspar, hermano mío.

Asturiano, justicia de minero,

Bronco acantilado,

Corazón de Jesús en pura llaga.

Tola y sus montes callarán ahora,

-verdes la guerra y la arboleda verde-

Mientras hablamos,

Mientras el Pueblo vela, todavía junto al Dios que escucha,

La Paz del Reino que se aplaza tanto.

Hablaremos tú y yo, Gaspar, a solas.

Al contraluz de mi anhelante fiebre.

Como si aún no fueras un glorioso llegado.

A corazón abierto,

Gaspar,

Sin más testigo

Que el Amor que ya vives cara a cara.

Terratenientes eran

Los que ahogaban tus pobres,

Los que ahogan mis gentes.

Y es el mismo Evangelio

Que te ardía en las manos

Más que el fusil inhóspito,

Amor exasperado, hermano mío:

Tus manos bajo el óleo

Sangrándote,

Llorándote los ojos cielo arriba.

Dime, Gaspar,

¿qué harías

Si volvieras?

Y cuida bien de Tola,

Cuida de Nicaragua, todavía en combate,

No dejes que tu sangre se marchite

En el cáliz (rajado) de su Iglesia.

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