Palmira: venerar a los ancianos
““La gran ceguera del hombre actual es la de la razón”. José Saramago
Sumario: La enseñanza y las vitaminas de vida de nuestros mayores
Destacado: Es fundamental, si queremos conseguir una plena integración del mayor en nuestra sociedad, lograr una eficaz comunicación entre padres, hijos y abuelos
Desde mi perspectiva y análisis, la persona mayor que va acumulando años no puede situarse en una sola época anclado en los recuerdos de tiempos pasados donde disfrutó y compartió los mejores momentos de su vida; debe evolucionar y adaptarse a las nuevas realidades sin convertirse en alguien anacrónico y fuera de contexto. Como decía Palmira, de 91 años, en una conversación privada, “dejé de preocuparme por la edad en la adolescencia, hay que ocuparse de la vida y no preocuparse por los años, ya que no podemos detener el tiempo”. La vejez no es por sí misma una enfermedad, aunque lo dijo aquel esclavo africano, Terencio: “Senectus ipse morbus est”. A ciertos cambios corporales debidos al envejecimiento alude indiscretamente Schopenhauer (1788-1860) cuando afirma: “Se suele designar la juventud como la época feliz de la vida, y a la vejez como la época triste”... El poeta Holderlin (1770-1843) echa de menos aquellas cosas que no se pueden poseer y disfrutar en la vejez; así dice en su “Fantasía nocturna”: “Demasiado anhela / el corazón; al fin y al cabo, vive su juventud, / pero cuando se extinguen los ardores de ti, / incansable soñadora, / en paz gozosa la vejez nos llega”.
Pero hay que tener en cuenta que el hilo vital del anciano es la memoria que lo ata a su pasado y al entorno en el que ha vivido. En la sociedad actual, tenemos que admitir el siguiente axioma: “Cada vez vivimos más, mejor y más sanos”. Para lograr un envejecimiento saludable y feliz, el estado mental es muy importante, sentirse joven y optimista, aunque se tenga una edad avanzada es la clave para ser longevo. Considera Palmira que, cuando se es joven de verdad, se es para toda la vida. Palmira “ejercita” todos los días su juventud. Palmira posee una vitalidad juvenil, asegura que el éxito de un envejecimiento saludable está en el optimismo vital: “Me despierto temprano y salgo de la cama al momento; salgo de casa y camino durante una hora; siempre pienso que voy a encontrarme con algo bonito a la vuelta de la esquina y pienso lo mejor, lo más positivo. Ante la pregunta ¿qué hace usted trabajando a una edad en que todas sus amigas están descansando? Ella respondió: trabajar no es cuestión de edad; seguir trabajando significa seguir con vida. Pero también es cierto que las tasas de dependencia se disparan. Por ejemplo, en nuestra comunidad autónoma dicha tasa (muy similar al resto de España), el índice es del 32,4 % y seguirá aumentando hasta el 45 % en el año 2050. También es cierto que aumenta un cierto abandono, marginación o estigmatización de todo lo que se asocia a la vejez. Los viejos han ido perdiendo su lugar o han ido dejando de ser sujetos, sin duda, ha crecido el interés por convertirles en “objetos”. Dice Palmira que cuando se superan los 65 años se constata que la metáfora calderoniana de que la vida es sueño es una gran verdad. Por ello, es necesario superar la espera continua de la muerte, tal como había sostenido Heidegger, abandonando una posición estrictamente pesimista. Reflexiona Palmira de que en el contexto actual, el viejo va perdiendo posiciones, ya no tiene sitio en el pequeño apartamento; su hijo/a trabaja casi todo el día, los nietos permanecen en las guarderías o en los centros de educación gran parte del día, desaparece la comunicación y la coherencia de la familia; los abuelos se convierten en un problema (¡cuando son la solución a tanta patología social actual!) y hay que buscarles sitios adecuados (los asilos), residencias más o menos acertadas, mejor o peor equipadas. En esta cultura materialista y hedonista, el viejo (los abuelos) coarta la libertad de los hijos, disminuyen las comodidades y placeres de sus hijos; son, en fin, un problema en la dinámica del hogar (¡que ya no lo es!). Se están buscando nuevas alternativas a la familia tradicional y además el viejo está desvalorizado, tal como se recoge en las frases de los movimientos musicales de grupos culturales jóvenes adictos a culturas antisociales: “Mira a tu viejo trabajando todo el día como un esclavo”. Es fundamental, por lo tanto, si queremos conseguir una plena integración del mayor en nuestra sociedad, lograr una eficaz comunicación entre padres, hijos y abuelos, haciendo que el niño conozca y disfrute de la importancia del amor, del saber, del humor y del afecto de los mayores. Recuerda Palmira que hay que saborear la vida, disfrutarla a fuego lento, abrazarse al momento presente con intensidad, con los ojos bien abiertos y el corazón siempre receptivo. Argumenta Palmira que “no se envejece mientras se piensa que lo mejor está aún por llegar”. De ese modo, haremos de esas experiencias vitaminas de esperanza para el mañana.
Venerar a los ancianos
Asegura Palmira que las personas mayores tienen una productividad muy importante que se centra en sectores como la agricultura y en la atención, ayuda, cuidado y educación que prestan, cada vez más intensamente, a sus nietos y a otras personas enfermas de su familia, como su propio cónyuge atrapado por una demencia. Además, muchas labores de voluntariado son realizadas primordialmente por las personas mayores de 65 años que prestan sus servicios, silenciosamente, a través de las organizaciones no gubernamentales. Finalmente, conviene despejar cualquier duda acerca de la decrepitud psicológica y fisiológica inexorable al proceso del envejecimiento. La vejez es algo individual, pudiendo conservarse las capacidades artística, intelectual, creativa, etc., hasta el mismo límite de la muerte. La historia así nos lo confirma: Tiziano, en los últimos años de su vida, tal como describen sus biógrafos, manejaba el pincel con su mano artrítica con la misma seguridad que siglos más tarde lo haría el pintor Augusto Renoir. Mantener viva nuestra imagen, vitalidad, inteligencia, afectividad y creatividad es el gran antídoto contra los mecanismos involutivos propios del envejecimiento patológico. Dice Palmira (91 años): “Me gusta transmitir vibraciones positivas”; su optimismo no tiene límites: “Lo imposible sólo tarda un poco más”. Sugiere Palmira que no podemos dejarnos llevar por la inercia social y el hostigamiento de la rutina. La conciencia de estar vivo y nuestro afán de perseverar en lo que somos y por atrapar esos instantes felices que se nos escurren justifica y alegra nuestra existencia. Afirma Palmira con seguridad que nuestros mayores han ganado una posición privilegiada que tenemos que respetar, vigilar y potenciar. Una sociedad que no venera a sus abuelos está condenada al caos y a la autodestrucción. ¡A cuántas personas mayores podrías hacer feliz hoy amándolas y queriéndolas!
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