Las olas, las vidas
La vida, el mar. Manifestación de lo mismo: La eternidad.
Al menos mientras la Tierra exista, ahí están y seguirán estando.
Las vidas, las olas. Las olas, las vidas. Por siempre seguirán su evolución natural. Unas y otras surgirán, crecerán, subirán, bajarán y desaparecerán, morirán.
"Todo tiene sus pros y sus contras". Quién no ha oído y dicho esta frase alguna vez en su vida. La inteligencia, una exclusiva del ser humano. Nos ha tocado en suerte el mayor de los pros que la naturaleza ha brindado. Pero, tal como ya escribí en anterior oportunidad (aunque no haya aparecido publicado tal cual), solo en lo mejor puede darse lo peor.
Con la inteligencia ha venido implícita la osadía, tan única como la inteligencia misma, que ha llevado al ser humano a un continuo guerrear contra su propia creadora y, animado por sus constantes victorias, cada vez con mayor intensidad y, lo paradójico, aun sabiendo (con el mayor de los pros el mayor de los contras) que, con sus victoriosas batallas, nunca ganará la guerra, persevera en su estúpido empeño.
La ola no, pero el ser humano es consciente de que su recorrido no es ilimitado. Ha nacido y, como la ola, si nada interrumpe prematuramente su evolución, crecerá, subirá, alcanzará su cenit, bajará y, para hacerlo aún más terrible y triste, experimentará una ineludible ley física, los cuerpos en caída libre aumentan su aceleración 9,8 metros por segundo, por lo que, como decía, cada vez verá más cerca y a mayor velocidad su final.
Es evidente, no puede existir la muerte sin la vida. Quizá menos evidente, pero tan cierto, no puede existir la vida sin la muerte. Sin ella, sin la muerte, la vida acabaría devorándose a sí misma y, naturalmente, extinguiéndose.
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