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A Ainhoa, Aitana y José

10 de Abril del 2023 - Adolfo Soto Madera (Oviedo)

Plaza de Alfonso II, Rey de Asturias. Catedral de Oviedo, San Salvador. “Atención”, toca agudo y seco el cornetín de órdenes. La formación de honores militares presenta armas, Los demás, en el primer tiempo de saludo o firmes. Al compás de “La muerte no es el final” el paso lento de guardias civiles que sobre sus hombros transportan al compañero fallecido en el ejercicio de “un más allá del deber”: Dámaso Guillén López.

“Cuando la pena nos alcanza / del compañero perdido...”.

Delante, ocho sacerdotes, uno de ellos -el oficiante- también ex guardia civil de Tráfico. Detrás, su esposa, su hija, su padre... Ainhoa, Aitana, José... mirando sin ver, escuchando sin oír, avanzando sin andar, llorando lágrimas secas que evidencian dolor que rasga el alma. Los arropan familiares, autoridades civiles y militares, compañeros de armas y deberes. Ovetenses, asturianos, españoles y extranjeros, Pues la heroicidad no conoce fronteras. Alfonso II, en su pedestal de piedra, hinca la rodilla y rinde homenaje a un guardia civil, de honor contrastado y patriota de una España que dicho rey soñó y empezó a cimentar. La plaza grita: “¿Por qué?”.

“... Lo demandó el honor y obedeció / lo requirió el deber y lo acató...”.

En un kilómetro de una carretera cualquiera, cerca de Beifar (Pravia), unos adolescentes casi niños disputan una prueba ciclista. Ruedan confiados dentro de la campana de seguridad que la Guardia Civil de Tráfico forma. Un desquiciado sobre un coche a golpe de hacha robado fragmenta -como kamikaze apocalíptico- la mencionada campana. Dámaso era el último escalón que parapeta al pelotón de jóvenes ciclistas. O desactiva “esa bomba desenfrenada” o sus protegidos mueren sin apenas probabilidad de alguno salvarse. Testigos: los propios ciclistas que así lo declaran. Lo asevera: el desguace total de turismo y motocicleta.

“Sereno en el peligro”.

Dámaso, evaluó. Sacrificio, honor, deber, solidaridad, espíritu benemérito por genética de nacimiento y años de práctica, y sin más demora que la de pedir perdón a Ainhoa, Aitana, José... “decidí”… “Brazo en alto, palma de detente al frente -cual SIDI sin leyenda-, interceptó con su moto la trayectoria asesina del coche pilotado por un humano irracional”.

Dámaso ofertó su vida. Los jóvenes ciclistas dicen que gracias a él salvaron la suya. Y su héroe firmó su orden de servicio, “Sin novedad”. “El honor es mi principal divisa”.

“… Fieles al juramento que empeñaron / por eso como valientes lucharon / por eso como mártires murieron...”.

Ainhoa, Aitana, José... por amor a Dámaso, vivid. El aire que os roce será sus caricias; el sol, su calor, y la lluvia, lágrimas por vuestro sufrimiento y por el dolor de tener que dejaros.

“… no pudieron andar otro camino / no supieron morir de otra manera”.

España, Asturias, Oviedo, Pravia, Beifar, la Guardia Civil también, y todos, tienen y tenemos “deuda de honor” con vosotros. Ainhoa, Aitana, José... sois Dámaso.

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