Viaje a Setúbal, mar, sierra y panoramas junto a Lisboa
A lo largo de más de treinta kilómetros, cercanos a Lisboa, entre el Cabo Espichel y Palmela, en el borde meridional de la península de Setúbal, la Serra da Arrábida, caliza y boscosa, cae de una manera abrupta, desde los quinientos metros de altura hasta la orilla del mar. Al sur deja calas de azul turquesa, con aguas transparentes, entre madroños, lentiscos y mirtos.
Acercándose a Setúbal desde la parte alta del acceso a Portinho da Arrábida el paisaje es espectacular, con el Atlántico en la bahía de Setúbal, la península de Troia y el estuario del Sado en el panorama de media altura, por el que discurre la carretera. En las inmediaciones está el Convento da Arrábida, antiguo cenobio con las ermitas escalonadas en el monte, desde el siglo XIV convento franciscano y ahora rehabilitado como sede de la Fundación Oriente, que organiza en las temporadas de verano cursos y reuniones culturales.
El Cabo Espichel cierra por el sur esta cara marítima de la península de Setúbal, con un paisaje agreste y fuerte, sobre un alto acantilado y O Farol, que es el faro, batido por el viento y rodeado por el Atlántico. Algo de sobrecogedor y misterioso parece sobrevolar en un cielo casi siempre claro y azul. Allí, desde el siglo XIV, o antes, se rinde culto a Nossa Senhora do Cabo, en una pequeña ermita. Y allí, por la gran afluencia de devotos, se construyó al final del siglo XVII y principio del XVIII un rico templo barroco y unos albergues para peregrinos alineados con los laterales de la iglesia, que constituyen, junto con el acueducto y la Casa da Água, un conjunto arquitectónico de aspecto tan bello como singular y casi misterioso...
Setúbal, la capital del distrito, es una ciudad fluvial y marítima; pesquera, salinera y agrícola; ahora también industrial, con unos ciento veinte mil habitantes. Está vertebrada con la larga y ancha avenida, paralela a la orilla de la bahía, que lleva el nombre Luísa Todi –cantante lírica del siglo XIX, nacida allí y famosa internacionalmente– con un bulevar central, jardines, terrazas, edificios representativos, hoteles y siempre animada de peatones y vehículos.
Entre sus monumentos artísticos destaca la iglesia de Jesús, gótica tardía del maestro Boitac, muy conocido por ser el arquitecto que diseño y dirigió las obras del Monasterio de los Jerónimos de Lisboa. Esta iglesia de Jesús es la primera construcción de estilo manuelino, con su alta y elegante nave central de columnas retorcidas y un presbiterio elevado, poco común.
En una de las simpáticas y animadas plazas más céntricas del centro antiguo está el monumento a Bocage, un poeta local muy representativo, y el templo de São Julião, reedificado tras el terremoto de 1755, también con puertas manuelinas, muy elegante y con rica azulejería. Allí comienza una acogedora y agradable zona de la ciudad, de callejuelas estrechas irregulares y peatonalizadas, en las que no es difícil apreciar su origen medieval y que hoy son el núcleo central del pequeño comercio ciudadano. Hay un museo interesante y otras iglesias, una de las cuales, la de Santa Maria da Graça, fue elevada al rango de Sé Catedral en 1975, cuando se creó la diócesis de Setúbal: con grandes columnas dóricas, también con paredes de azulejos y retablos barrocos dorados.
Pero quizá uno de los sitios más destacables de Setúbal sea el Castelo de São Filipe, fortaleza mandada edificar por Filipe I (Felipe II de España) y que ahora está parcialmente dedicada a “pousada” y tiene una capilla revestida por completo de azulejos de muy notable calidad y elegancia. En el exterior, desde sus almenas o terrazas se divisan panoramas igualmente espléndidos sobre la propia ciudad, la bahía, la península de Troia y el estuario amplísimo y majestuoso del río Sado. Así como las extensiones de labradíos muy llanos con la confluencia de las regiones de Estremadura y el Alentejo de salinas, pinares, arrozales y tierras sembradas de cereal.
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