Malos tiempos
“Contra Franco vivíamos mejor”. Era la coletilla, mitad broma mitad seriedad, con la que aventábamos los fantasmas de la Transición y al inicio de la democracia recuperada en España; época en la que en el horizonte se oteaba el desencanto en quienes durante años habían “construido” en su imaginario una España distinta. Todo lo demás es historia sabida.
De Europa y del resto del mundo democrático llegaban esa libertad deseada y ese Estado del bienestar envidiable. Más envidiable todavía si los vientos venían de las sociedades nórdicas (de los paraísos del bienestar, de la tolerancia, de la igualdad). Olof Palme y Suecia eran nuestros referentes idealizados, y pertenecer al Mercado Común (preludio de la Unión Europea), el objetivo indiscutible.
Hoy, todo ese mundo se está desmoronando y, con él, los cimientos mismos de la democracia y la convivencia. La derecha en Europa pronto entendió que las conquistas sociales abanderadas por las socialdemocracias y las luchas sindicales había que preservarlas. Y así ocurrió durante muchos años. Hasta que empezaron a sacar la patita los movimientos y partidos neofascistas en esta parte del mundo y al otro lado del Atlántico. Hoy, ya no se trata tanto de preservar el Estado del bienestar sino de salvar la democracia, herida de muerte, porque sin ella el Estado del bienestar también sucumbirá.
En EE UU tras los acontecimientos del asalto al Capitolio y del papel jugado por Donald Trump, en otros tiempos, habría sido suficiente para que la sociedad encendiera sus alarmas. Todo lo contrario, su procesamiento está siendo rentabilizado por el autócrata Trump y su partido plegado definitivamente en la extrema derecha. En Brasil Bolsonaro conserva un suelo electoral a la expectativa con un 49,1% de la población que lo aclama sin fisuras. Mientras el resto de América Latina (desde Río Grande a Patagonia) sangra, víctima del narcotráfico, la inseguridad y la desigualdad lacerante, poniendo en jaque a gobiernos conservadores y progresistas. La extrema derecha aguarda para recoger los frutos.
En la Europa, otrora refugio de perseguidos por las dictaduras y el hambre, hoy es la guarida de mafiosos rusos, millonarios latinoamericanos y jeques árabes a quienes la democracia les provoca risa. Ya no es ni siquiera esa “potencia económica con pies de barro en política internacional”. Lucha por mantener un “statu quo” que las autocracias en ascenso (India, Rusia...) y la mayor dictadura del mundo (China) se lo niegan.
La puntilla ha llegado desde el frío norte. Suecia y Finlandia (derecha/extrema derecha), Noruega resiste (por poco tiempo). Analistas políticos ven a Marie Le Pen en el Palacio del Elíseo no tardando mucho, siguiendo la estela de Giorgia Meloni en Italia.
El polvorín de Oriente Próximo ya está en manos de la extrema derecha del brazo de Netanyahu (Israel), sólo para salvar a su primer ministro del banquillo por corrupción. Si los pocos y valientes ciudadanos no lo impiden en la calle, saldrá adelante su modificación de la justicia en beneficio propio. Y provoca y masacra al pueblo palestino como cortina de humo (una vez más).
La península Ibérica (Portugal y España) empieza a ser percibida como “rara avis” en la UE. Mientras en España, la izquierda a la izquierda del PSOE parece querer reeditar la estupidez de las pasadas elecciones andaluzas, debatiendo si “son galgos o podencos”, sin querer enterarse de que el electorado votante de centro-izquierda (clases medias y populares) solo piensa en la cesta de la compra por culpa de la inflación y en cómo poder pagar su piso por culpa de la espectacular subida de las hipotecas o cómo acceder a una vivienda con precios de alquiler prohibitivos. Feijóo/Abascal, esperando para hacer caja y sumarse a la ola de los gobiernos iliberales y autócratas de Europa y del mundo... Malos tiempos.
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